Vida con Picasso (fragmento)Françoise Gilot
Vida con Picasso (fragmento)

"Durante el primer mes que viví con Pablo nunca dejé la casa. La mayor parte del tiempo permanecía en el estudio viéndole pintar y dibujar. Casi nunca trabajo en un solo modelo, pero puesto que estás aquí es probable que lo intente me dijo una tarde.
Me sentó en un bajo taburete y él hizo lo mismo sobre un largo banco verde, exactamente igual a los que se ven en todos los parques de París; y tomando un gran bloc de dibujo esbozó por dos veces mi cabeza. Pablo estudió los resultados. Luego frunció el ceño.
Nada... murmuró, esto es muy malo.
Y acto seguido rompió ambos dibujos.
Al día siguiente dijo:
Mejor será que poses para mí desnuda.
Cuando me quité todas mis ropas me colocó cerca de la entrada del estudio, muy erguida y con los brazos colgando a ambos lados del cuerpo. Excepto el rayo de luz diurna que se filtraba por las altas ventanas, a mi derecha, todo el estudio estaba bañado por una claridad uniforme y mortecina, casi al borde de las sombras. Pablo permaneció en pie, a tres o cuatro metros de distancia, tenso y ausente, sin tocar el lápiz o el papel. Sus ojos no me abandonaron un solo segundo; me pareció que había transcurrido mucho tiempo.
Finalmente dijo:
Ahora veo lo que necesito hacer. Puedes vestirte ya. Y no tendrás que posar más.
Al acercarme a recoger mis ropas constaté que había estado en aquella inmóvil posición durante una hora.
Al día siguiente Pablo comenzó, de memoria, una colección de dibujos en los que aparecía yo en aquella pose. También hizo una serie de once litografías de mi cabeza y en cada una de ellas colocó un diminuto lunar bajo mi ojo izquierdo, dibujando mi ceja derecha en forma de acento circunflejo.
El mismo día empezó a pintar mi retrato, que llegó a conocerse bajo el título de La mujer flor. Le pregunté si le molestaba que yo le viese trabajar en él.
De ninguna manera dijo. Estoy seguro de que en realidad tu presencia me servirá de ayuda aun cuando no necesito que poses.
En el transcurso del siguiente mes no hice más que verle trabajar en aquel retrato y en varias naturalezas muertas. Pablo no usaba paleta. A su derecha colocaba una pequeña mesa cubierta con periódicos y en ella tres o cuatro grandes botes con trementina llenos de pinceles. Cada vez que tomaba uno, lo enjugaba sobre los periódicos, los cuales quedaban convertidos en una horrible mescolanza de manchas de color y cortaduras. Siempre que necesitaba color puro lo exprimía directamente del tubo sobre los periódicos. De vez en cuando mezclaba pequeñas cantidades de color sobre el papel. A sus pies y alrededor de la base del caballete había más botes de diversos tamaños en su mayoría latas vacías de tomate, que contenían tonos grises y neutros y otros colores que él había mezclado previamente.
Pablo permanecía delante del caballete hasta tres y cuatro horas de un tirón. Casi nunca hacía gestos superfluos. Le pregunté una vez si no se sentía fatigado al permanecer tanto tiempo en el mismo lugar y él movió la cabeza negativamente.
No dijo. Esa es la razón de que los pintores vivan tantos años. Cuando trabajo dejo mi cuerpo fuera de esa puerta, igual que los musulmanes dejan sus babuchas a la entrada de las mezquitas. "



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