Prisionero del agua (fragmento)Alexis Díaz-Pimienta
Prisionero del agua (fragmento)

"La oscuridad, el mar, el silencio, la lejanía a todo, la cercanía a todo, ellos mismos: el miedo. De vez en cuando estiraban las piernas, las entrechocaban, y Lorenzo al Cubo encendía la linterna otra vez, sin querer, nervioso. Pero ya a estas alturas los otros solamente intentaban calmarlo, comenzaban a sisearle, sst, ssst, sssst, porque el fino haz de luz seguía sonando como una palabrota, como un grito delator en alta mar. A medida que se alejaban de la costa sus actitudes iban cambiando, apenas respiraban, temían moverse y hacer zozobrar la balsa, hablaban poco y bajo, como si temieran que hubiera alguien escuchando tras la oscura pared del aire.
No veían nada. Lorenzo había dejado, al fin, de encender la linterna y ahora los cuatro parecían ciegos. Sentían sus cuerpos, sus ropas, la balsa, el mar, pero no los veían. Como precaución –una de esas ideas brillantes tan caras a Lorenzo Lorenzo Lorenzo, el gran Lorenzo al Cubo– todos se habían vestido de negro, especial camuflaje para esta travesía de una noche sin luna. Su ropa era negra, el mar era negro, la balsa era negra, el cielo era negro, el miedo era negro; atrás la costa negra, delante el océano infinitamente negro; noche sin luna, noche negra de ciegos tanteándose en medio de la negritud, ciegos de nueva adquisición, ciegos inhábiles y torpes, brazos que reman alocadamente, piernas que chocan y golpean, linterna que se enciende otra vez sin propósito. Es el miedo. Es el quinto balsero, al que ninguno de ellos logra ver: el miedo. Pero el miedo sí ve, él es nictálope y campea por toda la balsa. Si la balsa zozobra es que el miedo se mueve, salta, cambia de sitio. Enildo lo sabe. Y para evitarlo mira al cielo, se esconde de sí mismo en las estrellas. "



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