La débil mental (fragmento)Ariana Harwicz
La débil mental (fragmento)

"A veces, un cuerpo no es más que un coito, un hijo del coito. No pasa, no sale, nada. Un último beso, y le agarro lo que queda de la cara y se lo estampo. Al final suena su teléfono y taladra mi cabeza. Como en los accidentes de tren, la gente de los suburbios baja como monos hacia las vías a vaciar los bolsillos de los cadáveres, saco el suyo y atiendo. Ella rompió bolsa, ella pierde, ella espera con las patas abiertas a que él corra, espera sus manos para el acto glutinoso. Ella grita mi amor, mi amor, mi vida. Pero esos gritos no son nada, sería mentir decir que tengo piedad, yo lo merecía más que ella. Era mío. Nos miramos con mamá que me da el visto bueno y hago pedazos su teléfono. Ojalá se le enrede el cordón. Las gallinas rondan adivinando que habrá comida. Los zorros y ciervos bajarán más tarde por el sendero a tomar su parte. Hay para todos, aspiren los restos. Soben, bestias. Somos inocentes. Somos las víctimas. Y llega por fin el momento en que deja de respirar, como un día, dentro de un beso, no hay más nada. Un insólito silencio hecho de pequeños chasquidos y zumbidos se nos viene encima. Aluvión bendito. Fue un cerdo soberbio, dice mamá. Una persona brutal, sin principios, digo. En resumidas cuentas, no fue más que un burgués. El mío un burgués, el tuyo un hippie vagabundo, dos mierdas. Dos escorias de la sociedad. Pero los actos se pagan en vida, hija, y me saca las palabras de la boca. El ruido de las avionetas sobrevolando y cayendo. ¿Y si vamos ahora y nos subimos? Podríamos carretear a lo largo de la autopista, sobrevolar los molinos y el río. Verlo revuelto desde el aire. La animalidad, la tierra, el sexo, todo vuelve de a poco sin asco, como el paladar de un antiguo fumador. Alzo la cabeza al sol y me tomo del cuello, por primera vez sin redactar en mi mente, tengo buenas noticias mamá: hoy me colgué. La araña del amor se va como el episodio más oscuramente nítido. Las dos mirándolo, examinando su cuerpo con precisión. Qué hermoso y qué feo es, suelta ella. Por fin dejaste de acosarlo. Fue ahí que empezó a morir. Matarlo no sació mis ganas de matarlo, seguir dando puñaladas durante el día y todo el verano, mi brazo maniático dándole con treinta grados, picada por abejas, mi pelo bañado en sudor. Seguir durante la madrugada, durante los festejos navideños dentro de la pileta de plástico, frente a los niños, eso tenía que hacer, ensañarme. Lo llevamos al granero y mientras atardece, porque atardecer, atardece, se vuelve una cosa transparente con huesos. "


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