1860 | 23 años El convaleciente Óleo sobre lienzo. Museo de Orsay. París 99 x 126 cm. |
1868 | 31 años El beso Óleo sobre lienzo. Palais des Beaux-Arts. Lille 92 x 91 cm. |
1869 | 32 años Bord de mer à Audresselles Óleo sobre lienzo. Palais des Beaux-Arts. Lille |
1869 | 32 años Dama con un guante Óleo sobre lienzo. Museo de Orsay. París 228 x 164 cm. |
1873 | 36 años Retrato ecuestre de Mademoiselle Croizette Óleo sobre lienzo. Musée des Beaux-Arts de Tourcoing |
1876 | 39 años Mademoiselle de Lancey Óleo sobre lienzo. Le Petit Palais. París 157 × 211 cm. |
1876 | 39 años N. M. Polovtsova Óleo sobre lienzo. Hermitage. San Petersburgo 206.5 x 124.5 cm. |
1900 | 63 años Dánae Óleo sobre lienzo. Musée des Beaux-Arts. Burdeos 100 x 127 cm. |
Biografía: Pintor francés. Hijo de un posadero, se formó en Lille con François Souchon, un discípulo de David. Establecido por primera vez en París en 1853, hizo copias en el Louvre y conoció a través de Astruc, antiguo amigo, a Courbet. Después trabaría amistad en la Academia Suiza con Fantin-Latour y conocería a Berthe Morisot y a Manet, al que le unió también una amistad íntima. Entre 1862 y 1866 estuvo en Roma gracias a una pensión del Ayuntamiento de Lille. La medalla que obtuvo en el Salón de 1866 con El asesinado (Palais des Beaux-Arts, Lille), comprado por el Estado, le permitió viajar a España, donde vivió entre 1866 y 1868. El éxito que alcanzó en el Salón de 1869 con La dama del guante (Musée d'Orsay, París), un retrato de su mujer, le permitió asentarse definitivamente en París, donde siguió en adelante una brillante carrera como retratista y obtuvo todo tipo de distinciones, aunque al precio de perderse en una pintura cada vez más superficial, caracterizada por un virtuosismo y una facilidad engañosos. Como sucede con otros artistas de su tiempo, es probable que el interés de Carolus Duran por la pintura española procediera de su asiduidad, en la década de 1850, a los círculos realistas parisinos. En todo caso, parece haber descubierto realmente a Velázquez en Roma ante el retrato de Inocencio X (Galleria Doria Pamphilj, Roma), que copió al óleo y del que, al parecer, llevaba siempre consigo una fotografía. Su estancia en España, de la que apenas se tienen noticias pese a que duró más de dos años, que pudo estar alentada por los comentarios que le hicieran Astruc y Manet, quienes habían estado en Madrid en los años anteriores, hay que contemplarla como «un viaje a Velázquez», al que debió de copiar repetidamente, aunque su nombre solo aparece en el registro de copistas del Prado entre el 10 y el 19 de diciembre de 1866. Se conocen una copia de Bufón con libros (Senado, París) y otra de El bufón Calabacillas (1879, Ministère des Finances, París), pero se sabe que Gautier tenía otra de un Nain barbu (seguramente El bufón el Primo) y las huellas que se encuentran en cuadros suyos posteriores muestran que debió de hacer varias más. Por lo demás, a partir de su estancia en Madrid, la admiración de Carolus Duran por Velázquez cobró caracteres de práctica exclusividad. Al parecer, para justificar sus pretensiones de ser el legítimo continuador de Velázquez en su época, alardeaba de una lejana ascendencia española y le gustaba repetir identificándose con el maestro: «Velázquez y yo». Por otro lado, el consejo que repetía a sus alumnos era siempre el mismo: «Velázquez, Velázquez, estudiad sin descanso a Velázquez». Las huellas de éste en sus propias pinturas se circunscriben, sin embargo, a algunos retratos realizados en España, como el Retrato del pintor Matías Moreno (Palais des Beaux-Arts, Lille), en el que éste adopta una pose similar a la de Velázquez en Las meninas y que le valió en Madrid una medalla de tercera clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1866, su propio Autorretrato (1867, Prado, catalogado en el Museo como retrato de Matías Moreno) de cromatismo cercano al velazqueño, y algunos otros hechos ya en Francia en los años inmediatamente posteriores a su vuelta. Entre éstos, el Retrato de Hector Brame niño (1871, colección particular), en el que siguió literalmente la pose de El príncipe Baltasar Carlos como cazador, de Velázquez, y empleó una sutil gama de grises, pardos y verdes, es quizá el más cercano al espíritu del maestro y uno de los pocos en que utilizó las enseñanzas de éste en sentido moderno. En cambio, La dama del guante, un cuadro en el que el tratamiento espacial y cromático de los retratos velazqueños es utilizado para revitalizar, «modernizándola», la tradición académica del retrato elegante, mostraba ya, pese a estar realizado justo tras su vuelta de España, las limitaciones de su acercamiento a Velázquez. Su labor como maestro en L'Atelier des Élèves de Monsieur Carolus Duran, que abrió en la primavera de 1873 y en el que se formaron, entre otros, Stevenson (autor de una trascendental monografía sobre Velázquez, publicada en 1895, en la que se presentaba a éste como padre de la pintura moderna) y Sargent (quien, siguiendo sus pasos, vino a Madrid en 1879 para estudiar las obras del sevillano), sería, sin embargo, básica en el aprecio de la pintura española en el último tercio del siglo XIX. © Museo del Prado |