Rubén Darío en la música (fragmento)Federico Sopeña
Rubén Darío en la música (fragmento)

"Esa falta de "audición" me parece que es un dato fundamental para una crítica de Rubén y del mundo modernista. Teóricamente, Rubén se siente discípulo del famoso programa de Verlaine: "De la musique avant toute chose, de la musique encore y toujours." Se siente discípulo, pero lo expresa a medias; más bien mal. "He querido ir hacia el porvenir, siempre bajo el divino imperio de la música: música de las ideas, música del verbo", dice en El canto errante, fechado en Madrid el año 1907. En las Prosas profanas iba a decir algo más, pero cae pronto en el tópico: "¿Y la cuestión métrica? ¿Y el ritmo? Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía ideal. La música es sólo de la idea, muchas veces. La gritería de trescientas ocas no te impedirá, Silvano, tocar tu encantadora flauta, con tal de que tu amigo el ruiseñor esté contento de tu melodía." Entendemos lo que quiere decir, sí, pero la imprecisión es grave hasta que podamos creer firmemente en que si Rubén trunca la posible derivación hispánica, no sólo de Verlaine, sino también de Baudelaire, la causa está en ese predominio de la visualidad. Rubén, como hispánico, ha sido criado "visualmente" -ya señalaba Unamuno, y también lo hemos vivido nosotros, que el dibujo fuera obligatorio en la enseñanza media, mientras la música "viva", la de las canciones que se cantan, quedaba al margen-, y por eso, en su ambicioso poema juvenil sobre "El arte", la alusión a la música es eso: alusión, y no precisamente afortunada.
Rubén tenía "obligación" de ser wagneriano, porque lo fueron Baudelaire y Verlaine y porque el modernismo no puede entenderse sin él. Rubén cita a Wagner no "de oídas", sino "de leídas". Ahora bien, sin Wagner, sin Lohengrin concretamente, el tema del cisne, que Rubén consagra y del que todos heredan, sería inconcebible. Los años parisienses y madrileños de Rubén aparecen muy alborotados con la polémica wagneriana, y, al menos como "tema" literario, el eco le llega a Rubén.
Citas musicales las hay a porrillo en los poemas de Rubén, pero casi todas son servidoras del tópico: arpas, laúdes, liras, aparecen sin cesar, y luego, en las "orientales", guzlas y bandurrias. No deja de ser graciosa la alusión al Strauss de los valses. En estos poemas, indudablemente, Rubén tiene "a la vista" los poemas que se leían en los salones y la música con la que se bailaba: el vals llega a América como un torbellino que une y desata; desata polacas y lanceros y ata las parejas: "¡Viva Strauss! y ¡viva el baile! ¡Viva el vals y las parejas! ¡Viva la sal resalada y que se junda la tierra! De esa "visualidad" de los salones podemos, sí, espumar como gracioso el tema del clavicordio, gracioso, parecido, pero no en la hondura, al tema del arpa en Bécquer. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com