Un día feliz (fragmento)Pearl S. Buck
Un día feliz (fragmento)

"Ya que todo estaba resuelto, el anciano se mostraba muy alegre. Anduvo rápidamente hacia la verja e hizo señas a la señora Jackson y a sus hijas para que le siguieran hasta el coche, dejando que la señora Jackson y Nora ocuparan los asientos mejores mientras él y Jane se acomodaban en los más pequeños. Las mandíbulas de Jane empezaban ya a quedar libres, y el anciano le miró, sonriendo suavemente entre dientes.
El poney trotaba más alegremente que nunca calle abajo, y de vez en cuando, después de consultar al señor Nishima, el cochero le orientaba hacia donde tenía que dirigirse. La primera parada la hicieron ante un gran mercado. Allí, a la luz del sol, vendían las más hermosas verduras que la señora Jackson había visto. Había coles, espinacas, apios y guisantes. Éstos eran de color rojo, amarillo y verde. También se veían requesones moldeados con distintas formas, trozos de roja carne de buey, montañas de pescado y montones de coles de Bruselas y de tallos de bambú. Había frutas, tortas y flores. Las flores eran maravillosas, de muchas clases, pero abundaban las lilas, las rosas, los claveles y los lirios. Todos bajaron del coche y vagabundearon a su placer por el mercado, mientras el señor Nishima compraba todo lo que deseaba.
El señor Nishima había ido señalando con su bastón lo que quería comprar y cuando terminó sus compras se acercó a la señora Jackson y la obsequió con un fragante ramo de rosas amarillas y rosa pálido. A Nora le regaló un alegre cestillo de tortas de ajonjolí hechas en forma de flor, y a Jane un paquete envuelto en suave papel de color castaño con una roja etiqueta. Cuando la niña lo abrió se encontró con pequeños cuadrados de confitura.
—Mitzuami —dijo el señor Nishima.
Se trataba del dulce más famoso en todo el Japón, y Jane empezó inmediatamente a comer.
Y de este modo dio comienzo aquel feliz día. Todos volvieron a subir al coche y el poney trotó de nuevo, no tardando en salir de la ciudad y encontrarse en el campo. ¡Qué bello era éste! Las montañas se alzaban muy altas, a lo lejos, y el camino se abría entre verdes campos que parecían jardines. Sobre las montañas había trozos de nubes blancas, pero sobre los campos brillaba la luz del sol. Todo el mundo estaba trabajando y todos se sentían felices, pues había llovido el día anterior y el tiempo era magnífico. Los niños corrían envueltos en quimonos floreados, recogidos de modo que no se lo mancharan de barro. Llevaban los pies desnudos y reían cuando el barro se les metía entre los dedos de los pies. "



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