Los irresponsables (fragmento)Adelardo Fernández Arias
Los irresponsables (fragmento)

"Marqués. (Viste de frac, sombrero de copa y abrigo sobre los hombros; se ve que está borracho, pero tiene una borrachera de las peculiares en los alcohólicos que a veces hablan cuerdamente, a veces con gran incongruencia, y aunque no se tambalean andando, vacilan de algunas ocasiones y se les traba la lengua en algunas palabras de pronunciación difícil. Su cara congestionada y su tipo dibujará un viejo libidinoso y antipático. Viene fumando un gran puro que produce mucho humo y trae en la mano un bastón fino con el que toca los objetos y da golpecitos amistosos a Daniel a discreción del actor).
Pero hombre, caramba, ¿se puede pasar? (Pausa). ¿No me respondes? Entonces paso. Quien calla otorga. Sí, eso es. Caramba, caramba. (Pausa).
Daniel. Pero ¿ha sabido Ud.?
Marqués. Bueno, hombre, bueno, pero ¿tú te habías propuesto que me helase en el coche? Estas madrugaditas de Octubre son frescas, sí, hombre, sí, ¡vaya, vaya! Caramba, hombre, caramba.
Daniel. Pero, ¿ha tenido Vd. valor?
Marqués. (Mira con gran interés por las puertas como si quisiera buscar á alguien.) Pues claro, como pasaba el tiempo y no me avisabas, según habíamos convenido, pues me dije: Joseíto... vamos adentro. Sí, hombre, sí. Eso es; y entré en el jardín... vi luz, te llamé y tú no me respondiste. ¡Caramba, hombre, caramba! ¿Por qué no me respondiste? ¡Vaya, hombre, vaya! Pues, como no me respondiste, me dije Joseíto, vamos arriba y subí... sí, eso es, subí. Vaya, hombre, vaya (Tropieza.)
Daniel. Marqués, Ud. sabe que su presencia aquí...
Marqués. ¡Ah! No, no es nada. No te asustes, es que a estas horas se encuentra uno así tan... ¡Caramba, hombre, caramba! y ¡cómo se encuentra uno! Sí, ya sé, y si no lo sé, me lo figuro, que habrás tú pensado "Así te rompas la crisma" pero, no, hijo mío, no es nada afortunadamente. No es nada (se sienta) ¡Vaya, hombre, vaya! ¡Le cuesta á uno trabajo sentarse! ¡Caramba, hombre, caramba! y qué trabajo le cuesta á uno sentarse. (Pausa.)
Daniel. Marqués.
Marqués. ¿Qué, hijo mío? ¿Qué quieres, hijo mío?
Daniel. Quiero que hablemos formalmente.
Marqués. ¿Cómo, hijo mío? ¿Formalmente, has dicho? ¡Caramba, hijo mío, caramba! ¡Qué cosas dices, hijo mío! Yo hablo siempre formalmente. Muy formalmente, sí, hijo mío; muy formalmente.
Daniel. Marqués, Ud. es hombre que á primera vista parece no tener corazón, pero Ud. sí lo tiene.
Marqués. ¿Que a primera vista parece que no tengo corazón? Caramba, hijo mío, caramba, pero, ¡qué cosas dices, hijo mío! ¡Si todo el mundo hace lo que quiere de mí! Todo el mundo. ¡Si todo el mundo hace lo que quiere de mí! ¡Yo voy donde quiere todo el mundo!
Daniel. ¡Qué cinismo!
Marqués. Y eso tú lo sabes tú lo sabes mejor que nadie, hijo mío; ya sabes que me debes la vida, hijo mío, si no fuera por mí ya te hubieras matado, hijo mío sí, eso es sí ya ves si me debes.
Daniel. Ya sé, ya sé lo que le debo, no me lo recuerde Ud.
Marqués. ¡Oh! A esas pequeñeces no me refiero yo.
Daniel. ¡Pequeñeces! ¿Llama Ud pequeñeces a una monstruosidad?
Marqués. No te sofoques, hijo mío, no te sofoques que vas á congestionarte eso, eso es, hijo mío, el pan nuestro de cada día, tú, eres el séptimo caso en que intervengo, desde hace cuatro años...
Daniel. ¿De modo que yo sólo yo soy el miserable?
Marqués. ¡Consuélate, hijo mío, consuélate, porque vas en muy buena compañía!... ¡Oh! ¡Aquel club es mi sitio delicioso! y ¡qué demonio! yo padezco en mis intereses porque todas estas pequeñeces, mi dinerito, me cuestan. Sí, eso es ¡Vaya, hombre, vaya!
Daniel. Yo no supe lo que hacía.
Marqués. Lo mismo dicen todos, lo mismito. Sí, hijo mío, lo mismito...
Daniel. Yo he estado loco al aceptar esa infernal proposición que como Ud. comprenderá, es impracticable ese documento por mí firmado, no tiene valor: no puede ser objeto de contrato lo que no se puede contratar.
Marqués. Lo mismo dicen todos, hijo mío, lo mismo. Sigue, sigue, que sé todo lo que me vas a decir, pero no olvides que tú eres el séptimo caso... sí. Eso es, sí. ¡El séptimo!
Daniel. Ud. es un hombre que debía estar en presidio por infame.
Marqués. ¿Qué? ¿Nada más? Te estoy agradecido; ahora has dicho menos que los otros seis; hijo mío, muchas gracias.
Daniel. Bueno, acabemos de una vez.
Marqués. Precisamente, ese es mi deseo, hijo mío.
Daniel. Entendámonos como los hombres.
Marqués. Después de haber procedido como canallas, ¿verdad? ¡Ya es tarde, hijo mío! ¡Ya es tarde!
Daniel. En cambio de ese documento le firmaré uno reconociendo el doble de la deuda, pagadero dentro de una semana; mi suegro me proporcionará esa cantidad.
Marqués. No te molestes, hijo mío, no te molestes en hablar tonterías, te conozco bien..., y sé que tu suegro no te dará ni un céntimo.
Daniel. Me lo ha prometido mi mujer; ella se lo pedirá y no podrá negárselo.
Marqués. ¿La nena ha dicho eso? ¡Quién! ¿la nena? No, hijo mío, yo sé que la nena no ha podido decir eso... no, hijo mío..., yo conozco á la nena, y sé que no ha podido decir eso.
Daniel. Pues yo necesito ese documento.
Marqués. ¿Cuándo?
Daniel. ¡Ahora mismo!
Marqués. ¿Ahora mismo? No, hijo mío, todavía no puedo devolverte el documento; no, todavía no, ¡caramba, hijo mío, caramba! ¡Qué cosas tienes, hijo mío!
Daniel. Pues yo lo necesito y lo tendré. "



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