Toda la luz del mediodía (fragmento)Mauricio Wacquez
Toda la luz del mediodía (fragmento)

"Y en la noche de invierno caminamos hasta su departamento. Ahí la dejo, exhausta, tiritando de frío nervioso. Una cortina de niebla emerge desde el río. Las ventanas se empañan. Me pregunto quién será Pedro. Ella no puede decirlo. Trato de desvestirla, pero se resiste. La dejo entonces, adormilada sobre una butaca del pequeño estudio, y miro alrededor. En realidad, no atino a hacer nada. Durante un rato observo los cuadros que están colgados. No entiendo mucho, pero me gustan. Todos tienen un leve parecido. «El estilo», me digo. Me avergüenza un poco mi ignorancia. Pero me doy cuenta de la situación real. De esa noche, del café y de la muchacha que descansa en la butaca. ¿Quién será? Miro la firma bajo uno de los cuadros y leo: «Elena». Elena. El chispazo azul de un cable eléctrico ilumina el departamento. La niebla se desliza por la calle. Es tarde, pero falta mucho para el amanecer.
Después de esa noche, nos seguimos viendo. Salimos los dos solos. Esto nos da confianza y se abre nuestra amistad. Aprendo a conocer a Pedro a través de ella. También aprendo a odiarlo. Es una historia larga e inútil. Con ella conozco un mundo que quizás no me corresponde. Junto a Elena llegan la primavera, el verano, el otoño y otra vez el invierno. Así, durante cinco años. Nos vemos esporádicamente. Somos amigos. No nos tocamos. Mientras las estaciones hierven alrededor, nosotros permanecemos en una caja secreta que nos alienta pausadamente.
Dentro de esos cinco años llegó Marcelo. Sin embargo, todo siguió como antes. Las tardes frías, o cálidas, o templadas. La atmósfera asfixiante o clara de la ciudad. El tiempo del amor y el de la resistencia. "



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