Viviendo mi vida (fragmento)Emma Goldman
Viviendo mi vida (fragmento)

"Kate había llegado a Caplinger después de casarse. Antes había vivido en ciudades pequeñas y pueblos. Dejada a cargo de ocho hermanos cuando su madre murió, ella tenía entonces once años, no disfrutó de mucho tiempo para dedicar al estudio. Dos años en una escuela del distrito era lo único que su padre había podido permitirse ofrecerle. Me preguntaba cómo se las había arreglado para obtener todo el conocimiento que se desprendía de sus artículos. «Leyendo»,
me dijo. Su padre había sido un lector ávido, al principio, de los trabajos de Ingersoll, luego de Lucifer y otras publicaciones radicales.
Lo que más le influyó a Kate. Como a mí, fueron los sucesos de Chicago de 1887. Desde entonces había seguido de cerca la lucha social y había estudiado todo lo que caía en sus manos. La gama de lecturas, a juzgar' por los libros que encontré en el hogar de los Ansíen, era muy amplia. Había obras sobre filosofía, cuestiones económicas y sociales y sobre sexo, junto a la mejor poesía y ficción. Habían sido su escuela.'
Estaba muy preparada y poseía además un entusiasmo extraordinario en una mujer que apenas había entrado en contacto con la vida.
—¿Cómo puede una mujer de tu inteligencia y capacidad seguir viviendo en una ambiente tan gris y limitado como éste? —pregunté.
—Bueno, está Sam —contestó—, que lo comparte todo conmigo y al que amo, y los niños. Y luego están mis vecinos, que me necesitan. Se puede hacer mucho incluso aquí.
La asistencia a las tres conferencias dieron testimonio de la influencia de Kate. De un radio de muchas millas llegaron granjeros, a pie, en carretas, a caballo. Di dos conferencias en la pequeña escuela rural, la tercera en una gran arboleda. Fue una reunión bastante pintoresca, los rostros de los oyentes estaban iluminados con los faroles que ellos mismos habían traído. Por las preguntas que algunos de los hombres hicieron, centradas principalmente sobre el derecho a la tierra bajo el anarquismo, pude ver que al menos algunos de
ellos no había venido sólo por pura curiosidad, y que Kate había despertado en ellos la consciencia de que sus propias dificultades formaban parte de más amplios problemas sociales.
Toda la familia Austen se volcó en mí durante el tiempo que
pasé con ellos. Sam me llevó a caballo por los campos, me dejó montar una vieja y dócil yegua. Los niños atendían mis deseos incluso antes de que tuviera tiempo de formularlos y Kate fue toda afecto y devoción. Pasamos mucho tiempo juntas, lo que le dio la oportunidad de hablarme sobre ella y su ambiente. La mayor objeción que algunos de sus vecinos tenían con respecto a ella era por su postura ante la cuestión sexual.
—¿Qué harías sí tu marido se enamorara de otra mujer? —le
había preguntado una vez la mujer de un granjero— , ¿No le dejarías?
—No si él todavía me amara —respondió Kate con prontitud,
—¿Y no odiarías a la mujer?
—No si fuera una buena persona y amara realmente a Sam.
Su vecina le había dicho que si no la conociera tan bien, pensaría que era inmoral o que estaba loca; incluso así, estaba segura de que Kate no amaba a su marido o si no, nunca consentiría en compartirle con nadie más. «Lo mejor del caso es —añadió Kate— que el marido de esta vecina va detrás de cualquier falda, y ella no se da cuenta. No tienes ni idea de cómo son las prácticas sexuales de estos granjeros. Pero, en la mayor parte, es el resultado de su terrible existencia —se apresuró a añadir— , ningún otro escape, ninguna distracción, nada que alegre un poco sus vidas. Es diferente en la ciudad; allí, incluso el trabajador más pobre puede ir alguna vez a
algún espectáculo o a una conferencia, o encontrar algún interés en su sindicato. El granjero no tiene nada, sólo largas horas de pesados trábalos durante el verano y días vacíos durante el invierno. El sexo es lo único que tienen. ¿Cómo podría esta gente comprender lo que es el sexo en su expresión más bella, o lo que es el amor que no puede ser vendido ni forzado? Es una lucha muy dura, pero debemos seguir esforzándonos», concluyó mi querida compañera.
El tiempo pasó demasiado deprisa. Pronto tuve que partir para
poder atender a mis compromisos en el Oeste. Sam se ofreció a llevarme a la estación por un camino más corto, «sólo catorce millas». Kate y el resto de la familia nos acompañaron. "



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