Desembalo mi biblioteca (fragmentoWalter Benjamin
Desembalo mi biblioteca (fragmento

"Enigma en imagen, el jeroglífico no es exactamente tan antiguo como los enigmas en forma de preguntas oscuras y refinadas, cuyo ejemplo más famoso sigue siendo el de la Esfinge. Tal vez ha sido necesario que el hombre haya sentido declinar en alguna medida su respeto ante la palabra, antes de atreverse a distender la relación, aparentemente tan sólida, entre el sonido y el sentido, para invitarlos a jugar juntos. Es lo que después han practicado con gracia Por la tarde tras el trabajo en En, el hogar, o en el interior de El amigo de las familias, en el Rincón de los enigmas, del Bazar. Pero así como comprendemos la fascinación de los crucigramas, ese «juego de golf con los vocablos», y los otros deportes mentales semejantes que obtienen hoy el favor de los periódicos de moda, el jeroglífico de antaño, sin embargo, nos parece extraño y lejano. Si bien concebimos todavía la diversión que en él encontraban nuestros abuelos, eso no impide que la manera en la que sabían arrancar su secreto a ese corps de ballet desencarnado, hecho de herramientas y de letras, nos siga resultando oscuro. Pero eso sólo ocurre en tanto partimos del
mundo de nuestras referencias, al que los crucigramas se ajustan tan bien, el mundo de las arquitecturas normalizadas, los esquemas de la estadística y el lenguaje unívoco de nuestros anuncios luminosos y nuestras señales de circulación.
La actualidad de otro tiempo cristalizó en otros signos. Piénsese solamente en el estilo de la caricatura política a mediados del siglo pasado, y de la que nada comparable tenemos actualmente. Ahora bien, es justo en esa época en la que florecía el jeroglífico, que desdeñaba la autoridad de la ortografía, del mismo modo que Cham o Daumier desdeñaban las autoridades del Ministerio. Pero el verdadero santo patrón de esos jeroglíficos fue el genial ilustrador Grandville, cuya demagogia de dibujante movilizaba no sólo cielo y tierra, sino también muebles, ropas e instrumentos contra el señor de la Creación, y atribuía también a las letras los miembros y la exuberancia con las que aquí burlan al lector. "



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