El amante japonés (fragmento)Isabel Allende
El amante japonés (fragmento)

"Al final de la guerra, después de sobrevivir al campo de concentración, Jean Valjean logró embarcar clandestinamente hacia Palestina, donde llegaban oleadas de refugiados judíos, a pesar de Gran Bretaña, que controlaba la región y procuraba impedirlo para evitar un conflicto con los árabes. La guerra lo había transformado en un lobo solitario que no bajaba nunca las defensas. Se conformaba con amoríos casuales, hasta que uno de ellos, compañera del Mosad, la agencia israelí de espionaje en la que había ingresado, una investigadora minuciosa y atrevida, le anunció que iba a ser padre. Se llamaba Anat Rákosi y había emigrado de Hungría con su padre, únicos sobrevivientes de una familia numerosa. Mantenía con Samuel una relación cordial, sin romance ni futuro, que resultaba cómoda a ambos y no habrían cambiado sin el inesperado embarazo. Anat creía ser estéril a causa del hambre, los golpes, las violaciones y los «experimentos» médicos que había sufrido. Al comprobar que no era un tumor lo que le abultaba el vientre, sino un niño, lo atribuyó a una broma de Dios. No se lo dijo a su amante hasta el sexto mes. «¡Vaya! Yo pensaba que por fin estabas engordando un poco», fue el comentario de él, pero no pudo disimular el entusiasmo. «Lo primero será averiguar quién eres, para que esta criatura sepa de dónde proviene. El apellido Valjean es melodramático», replicó ella. Él había ido postergando año a año la decisión de buscar su identidad, pero Anat se puso a la tarea de inmediato, con la misma tenacidad con que descubría para el Mosad los escondites de los criminales nazis, que habían escapado a los juicios de Nuremberg. Empezó por Auschwitz, el último paradero de Samuel antes del armisticio, y fue siguiendo el hilo de la historia paso a paso. Balanceando la panza se fue a Francia a hablar con uno de los pocos miembros de la resistencia judía que aún quedaban en ese país, y él la ayudó a localizar a los combatientes que habían rescatado al piloto del avión inglés; no fue fácil, porque después de la guerra resultó que todos los franceses eran héroes de la resistencia. Anat terminó en Londres revisando los archivos de la Real Fuerza Aérea, donde encontró varias fotografías de jóvenes que tenían un parecido con su amante. No había otra cosa a la cual aferrarse. Lo llamó por teléfono y le leyó cinco nombres. «¿Te suena alguno?» le preguntó. «¡Mendel! Estoy seguro. Mi apellido es Mendel», replicó él, conteniendo apenas el sollozo atorado en la garganta. "


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