Enséñanos a superar nuestra locura (fragmento)Kenzaburo Oe
Enséñanos a superar nuestra locura (fragmento)

"En el invierno de 196-, un hombre sorprendentemente gordo estuvo a punto de ser lanzando al baño del oso polar, una asquerosa alberca bajo él y tuvo la experiencia de casi volverse loco. Como resultado, el gordo se liberó de las trabas de una vieja obsesión, pero en el instante en que se encontró libre una soledad miserable surgió en él y extravió aún más su ya debilitado espíritu. En ese momento resolvió, sin ninguna razón lógica (era dado a ataques de agitación repentina), deshacerse de otra pesada limitante; juró liberarse completamente y dejar que el cielo se cayera si era necesario, y cuando ya había jurado y un valor irredento estaba hirviendo en su cuerpo, todavía sarroso y apestoso a sardinas podridas por el chapuzón de la piedra que se lanzó en la alberca finalmente en su lugar, telefoneó a su madre a mitad de la noche y le dijo,
-Devuélveme el manuscrito que me robaste, estoy harto, ¡me oyes! ¡Siempre he sabido lo que te proponías!
El gordo sabía que su madre estaba al otro extremo de la línea a mil doscientos kilómetros, con el auricular pasado de moda en la mano. Hasta concluyó poco científicamente que podía oír el susurro de su respiración en el otro teléfono tan claramente como lo hacía porque no había nadie cerca de los circuitos debido a lo tardío de la hora, y ya que ésta resultaba ser la respiración de su madre el gordo sintió un peso en el pecho. De hecho, lo que estaba escuchando por el auricular que presionaba contra su oido, con una delicadeza fuera de toda proporción respecto a la masividad de su cuerpo, era su propia respiración."



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