El gran experimento de Keinplatz (fragmento)Arthur Conan Doyle
El gran experimento de Keinplatz (fragmento)

"Fritz von Hartmann era un joven bastante apuesto. Su familia poseía una buena cantidad de tierras que cuando su padre muriera, pasaría a él. Era para muchos lo que comúnmente se considera un buen partido. Pero no era bien visto por la esposa del profesor. La mujer ponía mala cara cada vez que lo encontraba en su casa y sermoneaba al profesor por permitir que un lobo de esa clase rondara cerca de su ovejita. La verdad es que Fritz tenía mala fama. No había duelo, desorden o alboroto de los que el joven no formara parte, y en el que no fuera uno de los cabecillas.
Nadie tenía peor lenguaje ni era más violento. Nadie bebía más, nadie jugaba a las cartas más frecuentemente. Y nadie era más haragán. Por eso era entendible ver que la buena señora Von Baumgarten protegiera a su hija bajo el ala y se quejara de las atenciones de un personaje de esa clase. Pero el profesor estaba demasiado enfrascado en sus extraños estudios como para reflexionar sobre el asunto y elaborar alguna opinión, favorable o desfavorable, sobre la cercanía del joven. Desde hacía varios años, al profesor lo obsesionaba un tema que se repetía constantemente en sus pensamientos.
Todos sus experimentos y teorías giraban sobre ese punto. Cien veces por día se preguntaba si sería factible que un espíritu humano existiese separado de su cuerpo durante un tiempo y que después volviese a él. La primera vez que se le ocurrió esta posibilidad, su mente científica la rechazó. Chocaba mucho con ideas anteriores y prejuicios científicos. Pero poco a poco empezó a avanzar más y más por el camino de la investigación, y su pensamiento rechazó todas las antiguas trabas. Era posible que la mente existiera lejos de la materia. Había muchas cosas que le hacían pensar así. Se le ocurrió que la cuestión podía resolverse definitivamente mediante un experimento audaz y original. Sorprendió al mundo científico con un famoso artículo sobre las entidades invisibles.
En ese artículo decía: "En condiciones especiales, es evidente que el alma o mente se separa sola del cuerpo. Así sucede con las personas hipnotizadas: el cuerpo queda en estado cataléptico, pero el espíritu lo ha abandonado. Tal vez me contestarán que el alma se encuentra ahí, pero durmiendo. Responderé que no, si no ¿cómo explicaríamos la clarividencia? La clarividencia ha sido desacreditada por falsos y fraudulentos adivinos, pero su realidad puede ser demostrada con facilidad. Lo comprobé yo mismo, usando a una persona sensitiva.
Esa persona me dijo detalladamente lo que sucedía en una habitación de otra casa.
¿Cómo explicarán eso? Sólo se explica aceptando que el alma ha abandonado al cuerpo y está vagando por el espacio. No podemos ver esas idas y vueltas porque el espíritu es invisible. Pero podemos ver los efectos en el cuerpo del sujeto, tanto rígido e inanimado, como tratando de narrar sensaciones que nunca hubieran podido llegar a él por medios naturales. Sólo se me ocurre una forma de demostrar este hecho. Y es la siguiente: nosotros somos seres carnales, incapaces de ver espíritus, pero nuestros propios espíritus pueden ser separados de nuestro cuerpo y darse cuenta de la presencia de los otros. Mi intención es hipnotizar a uno de mis discípulos. Luego yo me hipnotizaré a mí mismo. Utilizaré un método que ya puse a prueba antes y que me resulta fácil. Si mi teoría es cierta, mi espíritu podrá encontrar el espíritu de mi alumno y comunicarse con él sin dificultad puesto que los dos estaremos separados de nuestros cuerpos. Trataré de comunicar el resultado de esta experiencia en el próximo número de éste periódico".
El profesor cumplió con su promesa y publicó un informe sobre lo que había ocurrido. La historia era tan extraordinaria que en general fue recibida con incredulidad. En algunos periódicos que comentaron este artículo el tono era tan ofensivo, que el profesor se enojó. Dijo que nunca más volvería a tocar ese tema y fue escrupulosamente fiel a su palabra. Pero este relato fue reunido aquí recurriendo a las más auténticas fuentes y los hechos citados son esencialmente ciertos.
Sucedió de esta manera. Fue poco tiempo después de que al profesor Von Baumgarten se le ocurriera la idea del experimento. Estaba caminando hacia su casa, abstraído en sus pensamientos después de un largo día de laboratorio. Fue cuando se cruzó con un nutrido grupo de estudiantes alborotadores que acaban de salir de un bar. El cabecilla, medio borracho y escandaloso, era Fritz von Hartmann. "



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