Los demonios de Loudun (fragmento)Aldous Huxley
Los demonios de Loudun (fragmento)

"Una vez seguro del prisionero, Laubardemont prestaba toda su atención a los principales y en verdad únicos testigos con que contaba para llevar adelante aquel proceso: Sor Juana y las otras dieciséis endemoniadas.
El canónigo Mignon y sus cofrades, desobedeciendo las órdenes de su Arzobispo, habían estado trabajando con tesón para contrarrestar los saludables efectos de seis meses de obli­gado sosiego. Después de unos cuantos exorcismos públicos, las buenas hermanitas volvieron a encontrarse tan descentradas y frenéticas como lo habían estado antes. Laubardemont no las dejaba ni respirar. Día tras día juntaba a las desdichadas mujeres, se las llevaba a varias iglesias de la ciudad y allí se las hacía víctimas de ciertas tretas. Como las medicinas de aquella época, que no hacían más ni menos que lo que habían hecho cien años antes las hermanas Fox, aquellas pobres endemoniadas y sus exorcistas tampoco eran capaces de inventar nada nuevo. Una y otra vez aparecían las manidas y familiares convulsiones, las mismas viejas obscenidades, las convencionales blasfemias, las ostentosas apelaciones —constantemente repetidas, pero nunca justifica­das— a los poderes sobrenaturales.
Pero, a pesar de ello, todo aquel aparato resultaba bastante apropiado y lo suficientemente vil como para atraer el interés y la atención del público. Además, la noticia iba corriendo de boca en boca por medio de volantes y libelos; desde lo alto de cientos y cientos de púlpitos, la nueva de la posesión de las monjas se extendía como el aceite. De todas las provincias de Francia y, hasta del extranjero, acudieron muchos curiosos a ver los exorcismos. "



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