La habitación del dragón volador (fragmento)Joseph Sheridan Le Fanu
La habitación del dragón volador (fragmento)

"Toda aquella atención a mi aspecto personal para dar un simple garbeo por el patio, o por la entrada de la Belle Étoile, era fruto de mi devoción a los maravillosos ojos que había contemplado unas horas antes por primera vez, y que nunca jamás podría olvidar… Dicho llanamente, todo aquello estaba hecho con la vaga, vaguísima esperanza de que aquellos ojos pudieran posarse en el irreprochable atavío de un esclavo melancólico y conservaran la imagen quizá con una secreta aprobación.
Mientras ultimaba los preparativos, la luz vino a faltarme; desapareció el último rayo horizontal de sol, quedando sólo un resplandor crepuscular. Suspiré al unísono con aquella hora melancólica y abrí la ventana de par en par; quería echar un vistazo antes de bajar. Noté que la ventana debajo de la mía estaba también abierta, pues oí dos voces conversando, aunque no pude distinguir qué estaban diciendo.
La voz masculina era muy curiosa; era, como ya les he contado, atiplada y nasal. Por supuesto, la reconocí al instante. Y la voz que le contestaba hablaba con un tono dulce que también reconocí al punto. El diálogo duró sólo un minuto; la desagradable voz masculina reía, creí, con una especie de sátira demoníaca, y luego se alejó de la ventana, de manera que yo casi dejé de oírla.
La otra voz seguía cerca de la ventana, pero no tanto como al principio.
No era un altercado; evidentemente no había nada excitante en aquel coloquio. ¡Qué no habría dado yo para que hubiera sido una trifulca —y cuanto más violenta mejor—, y haber podido intervenir como enmendador de entuertos y defensor de la belleza ultrajada! Pero, ¡ay!, si un juez hubiera tenido que pronunciarse por el carácter de los tonos que oía, aquellos dos podrían haber sido la pareja más tranquila del mundo. Unos instantes después, la dama empezó a cantar una extraña chanson. Huelga recordarles que la voz cantada suena más que la hablada. Así, pude distinguir perfectamente la letra. El timbre de su voz tenía acaso exquisita dulzura característica, creo saber, de una mezzosoprano; había una nota de patetismo y un poco también de burla, creí detectar, en la entonación. Me he atrevido a hacer una traducción torpe, pero fidedigna, de la letra:
Muerte y Amor se desposaron y ahora acechan en paciente emboscada; al despuntar el alba o caer la tarde, moza y mozo se escogen y reúnen.
Ardiente suspiro o gélido aliento enloquece o entumece a él y a ella; Muerte y Amor a su presa atrapan acechando en paciente emboscada. "



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