Rebecca (fragmento)Daphne Du Maurier
Rebecca (fragmento)

"La comida vino a cortar, afortunadamente, la mañana larguísima. La calmosa competencia de Frith y la cara medio boba de Robert me aliviaron más que el periódico y el libro. A las tres y media, con absoluta puntualidad, oí la bocina del automóvil de Beatrice al otro lado del recodo del camino, y luego lo vi parar a la puerta de la casa.
Salí corriendo a recibirla, ya vestida y con los guantes en la mano.
—Bueno, querida, aquí me tienes. ¡Qué día más espléndido!, ¿eh? —me dijo.
Subió la escalinata, después de cerrar la puerta del coche de un golpe. Me dio un beso rápido y seco, que fue a parar cerca de una oreja. Me miró luego, rápida, arriba y abajo, y continuó:
—Tienes mala cara. Estás pálida y demacrada. ¿Qué te ocurre?
—Nada —dije humildemente, sabiendo demasiado bien que ese defecto era corriente en mi cara—. Nunca he tenido muy buenos colores.
—¡Tonterías! La otra vez que te vi parecías otra.
—Puede que haya perdido el bronceado de Italia —dije, subiendo al coche.
—¡Bah! Eres tan imposible como Maxim. No te gusta que se metan en tu salud. Cierra la portezuela de un golpe fuerte; si no, se queda abierta.
Nos pusimos en marcha, tomando la curva del camino bastante deprisa.
—Oye, ¿no será que estás en estado? —dijo, mirándome con sus ojos castaños de gavilán.
—No —respondí, azorada—; creo que no.
—¿No tienes vómitos por las mañanas ni nada de eso? Claro que, después de todo, eso no quiere decir nada. Cuando yo tuve a Roger me quedé tan fresca. Me pasé los nueve meses sin una molestia. El día que nació estuve jugando al golf. No hay por qué avergonzarse de las cosas que son naturales, ¿sabes? Si sospechas algo, más vale que lo digas.
—No, de verdad, Beatrice; no tengo nada que decir.
—Te diré, con toda franqueza, que espero que traigas pronto al mundo un heredero. Sería magnífico para Maxim. ¿No estarás haciendo nada para evitarlo?
—Claro que no —dije, y pensé: «¡Qué conversación tan chocante!».
—No te escandalices. No tiene que importarte nada de lo que yo diga. Después de todo, las jóvenes de hoy son capaces de cualquier cosa. Claro que es una lata tener un niño la primera temporada de casada si te gusta cazar. Si a los dos les gusta la caza eso es bastante para estropear un matrimonio. Los niños no creo que impidan dibujar. Por cierto, ¿qué tal van tus obras de arte?
—No he hecho gran cosa.
—¿No? Pues está haciendo buen tiempo para estar sentado al aire libre. Lo único que necesitas es una silla plegable y una caja de lápices, ¿no es eso? Dime, ¿te gustaron esos libros que te mandé?
—Claro que me gustaron. Fue un regalo magnífico.
—Me alegro que te gustasen —dijo, con evidente satisfacción.
Corría el auto a toda velocidad. Beatrice no quitaba el pie del acelerador y tomaba las curvas ciñéndose a la cuneta de manera alarmante. Nos cruzamos con dos coches y los conductores se asomaron a las ventanillas, como si los hubiésemos insultado con aquella manera de conducir. Un viandante nos amenazó con un palo desde un sendero vecino. Me sentí violenta por ella, pero Beatrice no parecía darse cuenta de nada. Me hundí en el asiento todo lo que pude.
—Roger ingresa en la Universidad de Oxford el próximo curso —dijo—. ¡Dios sabe lo que va a hacer! Me parece perder el tiempo mandarlo allí, y Giles piensa igual, pero no se nos ha ocurrido qué otra cosa podemos hacer con él. Es igualito que Giles y que yo. No piensa más que en caballos. ¿Qué demonios está haciendo ese coche de ahí delante? —gritó al pasar—. Verdaderamente hay gente por estas carreteras que se merece que le den un tiro.
Tomamos bruscamente la carretera principal, evitando chocar con el coche que nos precedía por verdadero milagro. "



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