Enemigos: una historia de amor (fragmento)Isaac Bashevis Singer
Enemigos: una historia de amor (fragmento)

"La aventura no podía ser más peligrosa. Herman había prometido llamar por teléfono a Masha, y sabía que la telefonista podía mencionar el punto del que procedía la conferencia. O tal vez Masha decidiera llamar a la oficina del rabino Lampert, y descubriera que este no había salido de Nueva York. Pero, puesto que no había llamado a Reb Abraham Nissen Yaroslaver, quizá tampoco llamara al rabino Lampert. No importaba un peligro más o menos. Ya tenía dos esposas y estaba a punto de casarse con una tercera. Aunque temía las consecuencias de sus actos y el escándalo, una parte de sí mismo disfrutaba de la emoción que producía aquella amenaza de catástrofe. Hacía planes e improvisaba. El «inconsciente», como lo llamaba Von Hartmann, nunca cometía un error. Las palabras parecían salir de su boca espontáneamente y él solo después se daba cuenta de las estratagemas y subterfugios que había tenido que inventar. Detrás de esta amalgama de emociones parecía haber un jugador taimado que prosperase con el peligro.
Herman habría podido librarse de Tamara con toda facilidad. Ella le había dicho varias veces que no tenía inconveniente en concederle el divorcio. Pero este divorcio no remediaría nada. Ante la ley, poca diferencia debía haber entre un bígamo y un polígamo. Además, un divorcio costaría dinero, y Herman tendría que mostrar sus documentos. Pero había otra cosa: en el regreso de Tamara, Herman veía un símbolo de sus creencias místicas. Cuando estaba con ella, volvía a experimentar el milagro de la resurrección. A veces, al oírla hablar, le parecía estar en una sesión en la que se hubiera materializado su espíritu. Incluso llegó a pensar que Tamara no estaba entre los vivos, sino que había vuelto a él solo su fantasma.
Herman se había interesado por el ocultismo ya antes de la guerra. Aquí, en Nueva York, cuando tenía tiempo, se iba a la biblioteca de la Calle Cuarenta y Dos a buscar libros sobre lectura del pensamiento, clarividencia, dybbuks, duendes y todo lo relacionado con la parapsicología. Puesto que la religión estaba en quiebra y la filosofía había perdido todo sentido, el ocultismo era un tema atractivo para quienes aún buscaban la verdad. Pero los espíritus, existían a distinto nivel. Tamara, por lo menos en apariencia, se comportaba como una persona viviente. La organización de ayuda a los refugiados le pasaba un subsidio mensual, y su tío Reb Abraham Nissen Yaroslaver, también la ayudaba. Ella había alquilado un bungalow en un hotel judío de Mountaindale. Había preferido no alojarse en el edificio principal ni acudir al comedor. El propietario, un judío de Polonia, había accedido a que le sirvieran la comida en el bungalow dos veces al día. Ya casi habían transcurrido las dos semanas que ella pensaba pasar allí, y Herman aún no había cumplido su promesa de pasar unos días en su compañía. "



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