Gran cabaret (fragmento)David Grossman
Gran cabaret (fragmento)

"Dóvaleh vuelve la cabeza muy despacio hacia el lugar desde donde ha venido el comentario, uno de sus trucos fijos, y clava una mirada inexpresiva en el hombre de la mesa diecinueve. El director de la sala enciende un foco encima de él y aparece un hombre entrado en carnes, con la cabeza afeitada y una americana amarilla. Dóvaleh no aparta los ojos de él. Lo observa largamente con los párpados entrecerrados. El público se ríe con ganas.
—Buenas noches, Toni Soprano a la crema de limón, le dice con dulzura, bienvenido a nuestro refugio, que tengas una noche de cristales rotos. Comprendo que te estés medicando, pero ¿ha tenido que ser precisamente hoy, en medio de mi karma, cuando se te ocurre salir a ventilarte? La mujer del individuo, llorando de risa, le da una palmada en la espalda, pero él resopla y, con un gesto brusco, aparta la mano consoladora de ella. No, no, compañero, le grita Dóvaleh, si te lo digo con todo mi cariño. Yoav, que le sirvan un vodka al señor, ¡apúntamelo, que invito yo! Pero que no se olviden de echarle dos pastillas de Clonex y unas cuantas de Ritalin… No, no, si estás perfectamente bien, hombre, al final de la velada se te hará entrega del premio Al-Qaeda a la inteligencia emocional… Que no, que no me río de ti, colega, en todo caso me río contigo, hermano; solo quería decirte que la broma del ventilador ya la había oído antes un par de veces. Había uno en la clase, con el que creo que habrías hecho muy buenas migas, porque era igualito que tú, tu doble, vamos —se pone la mano a un lado de la boca y nos susurra a los demás: tenía la delicadeza de una bola de demolición y el encanto de una ingle—, venga, si me río contigo. Pues lo que te decía, aquel de la clase, cada vez que me veía, pero lo que se dice cada vez, durante ocho putos largos años, me preguntaba si no tenía una goma para borrarme las pecas, y de ahí me vino el mote del Goma, ¿lo captas? ¿Por casualidad hay alguien en la sala que también fue a mi clase? ¿No? ¿Puedo seguir mintiendo libremente? ¡De puta madre! En resumen, que me levanto, me sacudo la arena del culo, dejo allí a mis compañeros y sigo a la soldada, sabiendo que ya está, que para mí todo ha terminado, que ya no volveré más a ese sitio, que es el punto final de mi infancia.
Da un trago del termo. En la sala vuelve a resonar el amortiguado eco de numerosos corazones latiendo aceleradamente. Los espectadores siguen preguntándose hacia dónde se encamina la función. Se les está empezando a agotar la paciencia. Noto la reacción de ellos en mi cuerpo en forma de una rápida bajada del nivel de azúcar. Me acuerdo muy bien: un momento antes de que fuera requerido por la soldado, buscó mis ojos y me dedicó una larga mirada de súplica. Pero yo lo rehuí. "



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