Imposturas (fragmento)John Banville
Imposturas (fragmento)

"Ella reculó, y se vio avanzar de nuevo. Quien cantaba era un niño, o una niña un tanto masculina, quizás, muy pequeña, un ser en miniatura, más parecido a un enano que a un niño, con una afilada carita blanca y un flequillo de pelo negro bajándole por la frente en uve. Estaba sentado, reclinado más bien, sobre la alfombra, en el suelo, delante de una puerta cerrada, en una postura peculiar, retorcida, apoyado sobre un codo. Tenía una especie de muñeca con la que jugaba. Al oír los cautos pasos de Cass dejó de cantar enseguida y levantó la vista hacia ella con una mirada solemne, los ojos muy abiertos, sin que pareciera sorprenderle aquella silenciosa aparición sobre pies silenciosos. Los párpados inferiores le colgaban un poco sueltos de los ojos, de modo que desde donde Cass estaba solo podía ver los bordes internos, dos estrechas medias lunas de refulgente membrana de la misma textura que los labios rosados y separados de su boca pequeña. La muñeca con la que jugaba estaba hecha de lana, un torso de lana beige relleno, extremidades beige y una cabeza calva y con bultos, todo hinchado y ajado; vio que la cara no tenía rasgos. El niño perdió interés por Cass y reanudó su canto quejumbroso e hizo que la gruesa muñeca se pusiera a girar, iniciando una danza ebria. Cass quiso decir algo, pero pensó que el niño no la entendería, fuera cual fuera el idioma en que le hablara. De modo que simplemente se quedó ahí y lo observó jugar mientras escuchaba aquella canción que era como un zumbido. Entonces la puerta en la que estaba apoyado se abrió repentinamente hacia adentro, de par en par, con una succión y una ráfaga de aire, y aunque todo lo que Cass pudo ver de la habitación fue la cuña de la luz de la lamparilla y la pata de una silla, tuvo la sensación de que había vasos vacíos, ropas tiradas y platos sucios sobre los brazos del sofá. Habló una voz, y dentro se escuchó la respuesta de una carcajada indolente, y un brazo dentro de una camisa de hombre salió y agarró al niño por debajo de los hombros, y, levantándolo, lo metió bruscamente. Lo último que Cass vio del niño fueron sus piernecitas atrofiadas, que colgaban rígidas, como las partes inferiores del muñeco de un ventrílocuo cuando, al final de la actuación, este se lo lleva del escenario bajo el brazo. Volvió a la habitación de Vander, y sin desvestirse se tendió junto a él en la cama y por fin se sumió en un sueño insondable. "


El Poder de la Palabra
epdlp.com