Memorias íntimas (fragmento)Georges Simenon
Memorias íntimas (fragmento)

"Perdóname, mi pequeña Marie-Jo, si te dejo por un tiempo en los albores de este año 1970 que marcará un momento crucial en tu joven existencia. Quiero despejar el terreno con notaciones sórdidas para pronto hablar sólo de ti sin tener que interrumpirme e interrumpir tus propios relatos. Y lo hago precisamente por la importancia que para ti, y para mí también, reviste todo lo que vas a vivir en este año y en los siguientes.
No temas, hija mía, no te abandono, al contrario, y tengo prisa por volver a estar espiritualmente a tu lado, allá donde ahora vives.
Tus hermanos mayores se han ido y vuelan ahora con sus propias alas. Yo sigo su evolución con el mismo amor con que lo he venido haciendo desde que nacieron. Me queda Pierre, que, inocentemente, de pequeñito, me dio tantas preocupaciones y suscitó en mí tantos temores. Hoy es un colegial de once años, vigoroso, tan abierto a la vida como a todos los que le rodean y de los que se rodea. Volveré también a hablar de él llegado el momento.
Ahora, lo que me urge es acabar con un pasado que ha durado demasiado y que habría podido aniquilarme si no os hubiera tenido a mi alrededor, a vosotros, mis cuatro hijos, y si no tuviera el amor de Teresa.
Voy a tratar pues de D., sólo de D., cada vez más empeñada en que no se la olvide, utilizando para ello todos los medios, que ya no me sorprenden en absoluto.
Me he adelantado algo a los acontecimientos al publicar una carta que me escribió en enero de 1971. Conviene volver un poco atrás, pues, para ella también, el año 1970 marcó un viraje decisivo, cargado de graves consecuencias.
A su nueva residencia, el Hôtel Président, de Ginebra, la sigue aquel chófer de actitudes autoritarias. Le propongo a D. comprarle un piso en esa ciudad, o en Lausana, a su elección, pero no quiere ni oír hablar de ninguna de estas dos ciudades.
Me comenta que en Begnins, un pueblo cercano a la frontera francesa y a Divonne, hay una villa en venta. La razón de que elija Begnins no la sabré nunca. La villa es casi nueva y tiene, según parece, un hermoso jardín; está al lado y es casi igual a la de un corredor de Fórmula 1 muy célebre. Hay otras personas interesadas en su compra, y es urgente que tome una decisión. Ella tiene mucho interés. Compro, pues, en tres días, según sus deseos, esta villa que no he visto y que no veré jamás. Tomo, no obstante, la precaución de comprarla a mi nombre, comprometiéndome sin embargo a cedérsela en usufructo por el tiempo que quiera y a encargarme de las obras que ella crea necesarias, así como de la adquisición del mobiliario.
Las obras serán muy numerosas, pues lo que conviene a un corredor de Fórmula 1 y a su familia no tiene por qué coincidir necesariamente con los gustos de D., que llamará modestamente a su villa: Villa D., en letras doradas. "



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