Las tierras flacas (fragmento)Agustín Yáñez
Las tierras flacas (fragmento)

"Con la música a otra parte había mandado Epifanio Trujillo a los que le trataban el arreglo de las competencias que hay costumbre de hacer cada año en Belén, entre las pastorelas de la región. No, no, por lo menos este año no quería guatos en su casa.
Se creyó al principio que la negativa era efecto de la luna en el humor del viejo carrascaloso. Las esperanzas se fueron desvaneciendo a lo largo de noviembre, a medida que las fases lunares transcurrían, sin quien sacara de su amachamiento al amo de la Casa Grande. La decisión comenzó a divulgarse por los ranchos, a soliviantar los ánimos, complicada con la exasperación que sembraban las noticias contradictorias de los vuelos del Demonio sobre la Tierra Santa, y de la mortandad causada en los lugares donde ha sido visto el Coludo.
El preboste de la pastorela que organizan los vecinos de Betulia iba de un lado a otro perorando:
—No porque ni tantita falta nos haga su cochino patio ni lo que ofrece de cenar a los pastores que van a Belén. Sobra donde hacer la competencia. Y esto es lo bonito de nuestra Tierra Santa: ni rey ni roque tenemos, ni chucho que nos ladre; vivimos como mejor nos cuadra, lejecitos unos de otros, independientes nuestras casas, en sus propios terrones cada quien, pues ningún rancho del Llano es hacienda, donde no más uno manda y es dueño de voluntades. Acá, fuera de los endeudados y de los que les tienen miedo a sus vociferaciones, los tales Trujillos nos vienen guangos: el Plan es grande para resollar a gusto, sin ellos. Lo que da coraje no más es que por capricho de un lunático se rompa y tenga que cambiarse la costumbre, que nadie se acuerda cuando empezó, y que sirve para juntarnos todos los de los ranchos, y hasta comercio se hace, cosa que sucede sólo entonces y cuando la fiesta de mayo en Getsemaní. No, menos ahora que nunca, no es justo romper así porque sí lo que de los mayores heredamos y hemos de conservar. Menos que nunca, necesitando desagraviar a Dios Nuestro Señor que nos ha echado encima, sí, así: encima, como me oyen, al mero Satanás, ¿por culpa de quién? ¡echen los ojos a su alrededor y hallarán la contesta! ¿quién tiene acá descaradamente más de una mujer, y ninguna legítima? ¿quién avienta bastardos por dondequiera, como boñiga, los hace lebrones, igualados y abusivos? ¿quién exprime a los que tienen alguna necesidad: habilitaciones, préstamos, renta de yuntas? ¿quién se queda con lo ajeno por cualquier pretexto? ¿saben lo que pasa con la máquina de la difunta Teófila? ¡se la quieren quitar a sus padres! No los entretengo más. Quién sabe qué otros males nos esperen, anunciados por los volidos del Chamuco. ¡Quién sabe! Ni la Madre Matiana lo puede saber.
Contagiados con estos afectos, los oyentes reproducían los visajes y meneos de cabeza hechos por el preboste al perorar. "



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