La dame de chez Maxim (fragmento)Georges Feydeau
La dame de chez Maxim (fragmento)

"Mongicourt. Se trata del mismo juego. Así es como yo lo entiendo.
Los tres. ¡Eh!
Mongicourt. ¿Permanecerá mucho tiempo en París, General?
Petypon. (Solo) ¡Eh! (Un tanto desconcertado por las risas opta por detenerse).
El General. ¡No! Lo cierto es que he de partir hacia Touraine a causa de la boda de una sobrina mía (en tono inteligente, a Petypon). De hecho, aún no he dicho que ella vaya a casarse. Veo que siente verdadera curiosidad (dando pie a la sutileza de un pequeño efecto) con el Teniente... Corignon.
Petypon. (Asintiendo con la cabeza aparentemente con absoluta indiferencia) ¡Ah!
El General se muestra inicialmente sorprendido por esta reacción, pero pronto continúa. El mismo Corignon que Vd. conoce.
Petypon. (Redundando en torno a la misma hipotética indiferencia). ¿Yo? De ningún modo.
El General. Sí. Por supuesto.
Petypon. ¿De veras?
El General. Lo cierto es que la mujer me aseguró que usted lo conoce.
Petypon. ¿Entonces ella es la...?
El General. ¡Claro que sí!
Petypon. (Reanimándose). Bien. Perfecto (aparte). Ahora haré todo lo que quiera.
Mongicourt. (Desconsideradamente, sin pensar). ¿Entonces esa mujer existe de verdad?
Petypon. (Vivamente. Haciéndole significativas señas) ¡No prestas atención! Sí. Es ella.
El general (muy cerca del canapé). Sí. Ella decidió quedarse allí.
Mongicourt. (Cada vez más sorprendido). ¿Ella se...? Petypon sigue el mismo juego, acercándose a Mongicourt. ¡Así es!
Mongicourt (aparte) ¡Ah! ¿De modo que eso es todo lo que vas a decir? (en voz alta). Discúlpeme, General. ¿Me permite tener unas palabras con mi amigo Petypon a solas?
El General. (Apoltronándose en el canapé). ¡Adelante!
Mongicourt. (Apartando a Petypon hacia su derecha). Verá. Se trata de un asunto serio. Secreto profesional. ¿Nos disculpa?
El General. (Se lo ruego). Se acomoda en el sofá.
Mongicourt. (Llevando a Petypon a una estancia aparte). ¿Qué diablos ha querido decir? ¿Esa mujer es su mantenida?
Petypon. ¡No! Por supuesto que no. Ella es...
Mongicourt. ¡Infeliz! Ahora lo comprendo todo.
Petypon. ¡Es terrible! ¡Dios mío! Mi propia esposa. ¿Cómo podría dejarla así? Exaltado, sin siquiera mirar a su alrededor, se precipita hacia el sofá y con voz radiante clama, asiente. «He de cumplir una importante misión» (de repente recuerda abruptamente la realidad, hallándose cara a cara con un extraño, el General, cuya mirada enfoca directamente sus ojos). ¡Discúlpeme! -se excusa, intercambiando los saludos de rigor entre dos personas que se conocen. ¡Mi estimado amigo! (vivamente) ¡Nuestro aclamado General! ¡Me siento muy feliz por su presencia entre nosotros!
El General. (Turbado). ¿De veras?
Petypon. He oído hablar tanto de Vd -subraya mientras le da un beso en la mejilla izquierda.
El General. (Mientras recibe el ósculo de Petypon). Pero esta dama de la que le he hablado es muy amable. Y muy valiente.
Petypon. (Alborozado). Discúlpeme por mi actitud, le pido mil perdones, pero es que casi no tengo aliento.
El General. ¡Respire! ¡Cálmese!
Petypon. (Con voz quejumbrosa y lastimera) ¡Amigos míos! Siento la imperiosa necesidad de acudir a la Plaza de la Concordia (al General) He oído que...
El General. ¿Qué ha oído?
Petypon. Que será pronunciado un discurso digno de ser escuchado.
El General (Realmente sorprendido). ¿Eso se dice realmente?
Petypon. Sí. Se dice que tal alocución minimizará incluso la recitación de Teramenes. Habrá de transcurrir una media hora aproximadamente tras dar la vuelta al obelisco cuando, de repente, desde lo alto de los Campos Eliseos, a toda velocidad, prorrumpa la comitiva abanderada por la Guardia Republicana y el Presidente de la República entone el canto de la Victoria. Sé que mi corazón palpitará de jubilosa emoción y hasta el propio Cielo será testigo de las salvíficas palabras del infante que salvará a Francia. "



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