Memoria sobre Trotsky (fragmento)James T. Farrell
Memoria sobre Trotsky (fragmento)

"Era un hombre espiritual, gracioso y galante. Había algo profundamente tierno e inspirador en su relación con su mujer, Natalia. Ella era muy pequeña y elegante. Se podía ver que había sido una mujer bella. Las tragedias de su vida, la pérdida de sus hijos en particular, la habían entristecido. Su rostro era uno de los más tristes que yo había visto y era una mujer muy valiente y muy noble. Cada vez que se los veía juntos, uno no podía no sentir que entre ellos había una corriente de ternura. Gentileza y profundo sentimiento se transparentaban en la manera en que se miraban o se tomaban la mano.
Fuimos de picnic con él después del fin de las sesiones de Coyoacán. Esperando la partida parados en el porche del patio de la casa Rivera, Trotsky se aseguraba que hubiera suficientes provisiones para todos, que hubiera cerveza para mí, que no se olvidaran de nada. Mi mujer me hacía rabiar haciéndome notar que Trotsky se interesaba por su casa y que, si él podía hacerlo, yo podía también. Luego él se me acercó. Yo observé: "¡Lev Davidovich, usted ha arruinado mi vida!". Le expliqué lo que quería decir y le conté lo que me había dicho mi mujer. "Es muy simple", respondió con un fuerte acento. "Antes, tuve que alimentar a cinco millones de hombres. Es un poco más complejo que alimentar a cinco". Siempre había una idea, una referencia política, una moral en su espíritu. (…)
Trotsky se paseaba por el jardín. El sol brillaba. A la tarde, entró en su escritorio y se sentó con el manuscrito que su asesino le había traído. El piolet entró en su cráneo. Su sangre se derramó sobre una página del manuscrito de la biografía de Stalin. Las últimas palabras que había escrito eran "la idea". Su propia sangre corría por esa página. "



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