Una reina en el estrado (fragmento)Hilary Mantel
Una reina en el estrado (fragmento)

"¿Qué dice el Libro Negro? Nada al respecto. Nadie ha elaborado un plan para un rey que se desploma entre un instante y el siguiente, que un segundo está firme y seguro en el caballo y cabalga a galope tendido, y al segundo siguiente está aplastado en el suelo. Nadie se atreve. Nadie osa pensar en eso. Cuando el protocolo falla, es guerra a cuchilladas. Recuerda a Fitzwilliam a su lado; Gregory entre la multitud; Rafe junto a él y luego Richard, su sobrino. ¿Fue Richard quien ayudó a incorporarse al rey cuando intentaba sentarse, y los médicos gritaban: «¡No, no, echadle!»? Enrique había juntado las manos sobre el pecho, como para apretarse el corazón. Había intentado levantarse, había emitido sonidos articulados, que parecían palabras pero no lo eran, como si el Espíritu Santo hubiese descendido sobre él y estuviese hablando lenguas. Él había pensado, traspasado por el pánico: ¿y si nunca recupera el juicio? ¿Qué dice el Libro Negro si un rey se vuelve simple? Fuera recuerda el bramido del caballo caído de Enrique, luchando por levantarse; pero seguro que no pudo ser eso lo que oyó, seguro que lo habían sacrificado...
Luego estaba bramando el propio Enrique. Esa noche, el rey rasga las vendas que tiene en la cabeza. La contusión, la inflamación, son el veredicto de Dios de aquel día. Está decidido a mostrarse así ante la corte, a contrarrestar cualquier rumor de que esté muerto o destrozado. Ana se acerca a él, sostenida por su padre, monseñor. El conde la sostiene de verdad, no es que finja hacerlo. Parece pálida y frágil; ahora se hace notoria su preñez. «Mi señor —dice—, rezo, y toda Inglaterra reza, por que no justéis nunca más.»
Enrique le hace señas de que se aproxime. Sigue haciéndoselas hasta que su rostro está cerca del suyo. Con voz baja y vehemente dice: «¿Y por qué no me capáis también? Eso os gustaría, ¿verdad que sí, madame?».
Hay una consternación manifiesta en los rostros. Los Bolena tienen el buen sentido de apartar a Ana de él, de apartarla y de llevársela, la señora Shelton y Jane Rochford aletean y se exclaman, todo el clan Howard, Bolena, se agrupa en torno a ella. Jane Seymour, única entre las damas, no se mueve. Está quieta y mira a Enrique, y la mirada de Enrique vuela directa hacia ella, y se abre un espacio a su alrededor y durante un instante se mantiene en el vacío, como una bailarina dejada atrás cuando la hilera sigue.
Más tarde, él está con Enrique en su dormitorio, el rey derrumbado en un sillón de terciopelo. Enrique dice: cuando yo era un muchacho, iba andando con mi padre por una galería en Richmond, una noche de verano sobre las once del reloj, él tenía mi brazo en el suyo y estábamos entregados a la conversación o lo estaba él, y de pronto hubo un gran estruendo y un estallido, el edificio entero lanzó un gruñido profundo y se desprendió el suelo a nuestros pies. Lo recordaré toda la vida, estar allí en el borde, y había desaparecido el mundo debajo de nosotros. Pero durante un instante no supe lo que oía, si lo que se rompían eran las maderas o nuestros propios huesos. Estábamos los dos gracias a Dios aún asentados sobre suelo sólido, y sin embargo yo me había visto caer a plomo, sin parar, sin parar, a través del piso de abajo, hasta dar en tierra y olerla, húmeda como la tumba. Bueno..., cuando caí hoy, fue así. Oí voces. Muy lejanas. No podía entender las palabras. Me sentía sostenido a través del aire. No veía a Dios. Ni ángeles. "



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