Veinticuatro horas en la vida de una mujer (fragmento)Stefan Zweig
Veinticuatro horas en la vida de una mujer (fragmento)

"Bajo aquel furioso chaparrón, el infeliz permanecía totalmente inmóvil en su ban­co. El recuerdo de aquella escena angus­tiosa me oprime, aún hoy, la garganta. De todas las canaletas el agua caía a borbo­tones. De la ciudad llegaba el ruido sordo de los coches. Por la derecha, por la izquierda, los transeúntes envueltos en sus abrigos cruzaban corriendo. Todo cuanto tenía dentro de sí algo de vida huía del chubasco, en busca de un lugar donde refugiarse. Por doquiera, tanto entre los hombres como entre los animales, se manifestaba la angustia ante la explosión de los elementos. Únicamente aquella piltrafa humana estaba derrumbada, inmóvil en el banco. Ya le dije que aquel hombre tenía el mágico poder de exteriorizar plástica­mente, con movimientos y gestos, todos sus estados interiores. Nada, sin embargo, absolutamente nada sobre la tierra podría expresar de manera tan conmovedora la desesperación, el abandono absoluto de sí mismo y la apariencia de la muerte con aquella inmovilidad, con aquel estado inerte, inanimado, bajo la terrible lluvia, con aquella fatiga demasiado extrema pa­ra permitirle levantarse y dar los pocos pasos que le separaban de un techo pro­tector, con aquella definitiva indiferencia hacia la propia vida. Ningún escultor, ni pintor, ni Miguel Angel ni Dante, me había hecho sentir jamás con semejante angus­tia el gesto de la máxima desesperación, de la miseria definitiva de este mundo, co­mo aquel hombre que estaba vivo aún, y se dejaba azotar por los elementos por hallarse demasiado abatido y destrozado para intentar un solo movimiento que le permitiera guarecerse de ellos.
Estas consideraciones bastaron para decidirme. ¡No podía más! Veloz atravesé la líquida cortina de la lluvia y en cuanto llegué al banco, sacudí aquel húmedo far­do humano. "



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