La cultura del Renacimiento en Italia (fragmento)Jacob Burckhardt
La cultura del Renacimiento en Italia (fragmento)

"¿Quién tendrá ojos para penetrar en las profundidades en que se configuran los caracteres y destinos de los pueblos? Allí es donde se combinan los rasgos innatos con las experiencias vividas, resultando de ello una naturaleza distinta y en continua evolución; y allí es donde podríamos descubrir que incluso el talante intelectual que a primera vista consideraríamos intrínseco hizo en realidad su aparición bastante tardíamente. Por ejemplo, el italiano del XIII, ¿respiraba ya por todos sus poros la relajada vivacidad y seguridad que le caracteriza desde entonces, la misma fuerza creadora, verbal y formal, capaz de modificar todos los objetos que tiene a su alrededor? Y si no comprendemos estas cosas, ¿cómo podríamos juzgar el rico y delicado sistema venoso que forman la razón y la moral, en el que ambas vierten, combinan e intercambian sin cesar sus influencias? Cierto es que en cada uno de nosotros hay siempre un tribunal cuya voz es la conciencia, pero a los pueblos es mejor ahorrarles este tipo de sentencias generales, pues es posible que el pueblo aparentemente más enfermo esté más próximo a curarse, y que otro más sano en apariencia alimente en su seno un mortal germen que sólo se percibe en momentos de peligro.
A principios del siglo XVI, en pleno apogeo del Renacimiento y en un momento crucial en el que ya se percibía que los acontecimientos llevaban inexorablemente a la ruina política de la nación, no faltaron pensadores que relacionaran la inmoralidad imperante con el desastre que ya se avecinaba. Pero con esto no nos referimos a aquellos predicadores que abogaban sin cesar por el arrepentimiento, tan abundantes en la generalidad de las épocas y entre todos los pueblos, y que sienten invariablemente como un deber el lamentarse por los tiempos que corren, sino nada menos que -entre otros- a Maquiavelo, quien, en una de sus más importantes reflexiones, se pronuncia abiertamente con las siguientes palabras: «No hay de que nosotros, los italianos, somos más impíos y malvados que los demás hombres». Otro quizás habría dicho: «Nuestra individualidad está más desarrollada que la de otros, y por ello nos hemos remontado por encima de las limitaciones morales y religiosas que en otro tiempo tuvimos en común con el resto de nuestra raza; en efecto, despreciamos la generalidad de las leyes porque nuestros gobernantes son ilegítimos y sus servidores hombres viles». Y continúa el mismo Maquiavelo: «pues es la Iglesia la que nos da el peor ejemplo con sus representantes». "



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