Mujeres sin cielo (fragmento)Pearl S. Buck
Mujeres sin cielo (fragmento)

"Dentro de aquellas cuatro paredes, cuando el hombre engendraba y la mujer concebía a fin de que la casa de los Wu no pereciera, la señora Wu solía preguntarse si importaba la muerte de una casa. A menudo se había sentido desalentada en un año en que nacieron demasiadas niñas, en un año en que vino prematuramente al mundo un idiota. En los años que precedieron a su cuadragésimo cumpleaños, más que nada, se había negado a responder a las preguntas de su alma. Uno de esos días, había estado casualmente allí la hermanita Hsia.
—¿Puedo leerle algo del libro bendito, señora? —le había preguntado.
La señora Wu se sentía exhausta ese día, ya que amén de todo lo demás, acababa de descubrir que estaba embarazada. Pero era demasiado cortés para contestarle con una negativa a su huésped.
—Si eso te proporciona placer, lee —le había contestado.
Entonces, la hermanita Hsia había sacado su libro sagrado y leído en voz alta, con su manera infantil, a tropezones, palabras como éstas: «¿Qué es el hombre para que pienses en él y el hijo del hombre para que no lo recuerdes? Porque los días del hombre son como la hierba…».
—¡Basta! —había exclamado la señora Wu.
La voz había surgido de ella con violencia y su actitud era tan desusada, que la hermanita Hsia la miró absorta.
—¿Son esas palabras adecuadas para consolar a una alma? —había preguntado la señora Wu—. No me leas más tu libro, porque yo no podría vivir.
Pero la señora Wu había meditado sobre las palabras y las recordaba. Sí, aquello era cierto. La carne del hombre era como la hierba. Al nacer muerto su hijo, ella había recordado las palabras al sostener en sus brazos el cuerpecito inerte. Pero ahora, al escuchar las voces de la humanidad que gritaban en distintos idiomas, pero siempre la misma palabra, sentía en sí un nuevo asombro. "



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