Tríbada. Theologiae Tractatus (fragmento)Miguel Espinosa
Tríbada. Theologiae Tractatus (fragmento)

"Esperaré ese tren en secreto, deleitoso secreto, y burlaré, en mi sigilo, a muchos. Me descubrirá el vigilante de esta casa, me saludará, y nada sospechará; tampoco, el transeúnte... «Transeúnte, ¿no imaginas adonde camino? ¿Nada me preguntas? ¡Qué poco supones, transeúnte!»... «Taxista, llévame a la estación de ferrocarril. ¿Nada inquieres, taxista?»... De entre las mil personas que trajinan en la estación, ningún coro dirá: «¿Qué hace ésta, aquí perdida, situada bajo el gran reloj cuyas agujas tiemblan de minuto
en minuto? ¿Qué hace ésta, celada y embozada?».
Al anochecer limpiaré mi casa y prepararé la cena; la silenciosa mesa, con sus manteles, te anunciará; traeré vinos, y, sobre todo, el café que nos une en coloquio. Cómplice callado será mi casa, habitación de nuestra habitación. «Casa, contento, lugar donde desacaecerá el tiempo, refugio, apacibilidad, confianza, fortaleza, ¡ciérrate sobre nosotros!, ¡cércate de cien fosos!».
Me bañaré, me pondré mi limpia ropa, mi estricto atuendo. Cubriré mi cabeza y alzaré las solapas de mi abrigo, para aparecer bien escondida; me embutiré guantes. Bajo tanta textura, mi cuerpo arderá velado y clandestino; lo apartaré para destacarlo, lo enclaustraré para que se manifieste. Cuerpo oculto seré, ¡cuerpo oculto!
Aguardaré bajo el gran reloj, ya lo sabes, furtiva, encelada,
enamorada, disimulada, bien tapada. Y cuando arribe el tren, y te divise entre la multitud, desde mi reclamo, levantaré mi mano enguantada en gesto que fenece al nacer. Quedaré encogida, inmóvil, herida por tu presencia. «¿Soy feúcha, mi amado, soy oscura e insignificante? ¡Qué bello y hermoso eres, qué pacífico, qué encantador! ¡Cuán poco sabría representarte!».
Tras el guante, arderá mi mano del contacto con la tuya; por
eso ha de ser fina la piel del guante. Luego sentiré la calidez de tus mejillas sobre el helor de las mías.
¿Te vendrás conmigo? ¡Te vendrás conmigo! Cogeré tu valija,
portaré tus pertenencias, tomaré las asas de tu bolso con ambas manos, y el bolso caerá sobre mis rodillas. «Yo transporto el bolso de mi amado. ¡Qué flexible, qué ligero, qué calmo, qué entrañable es!». Mi amado me conducirá del brazo, porque mis manos llevarán su ajuar; su hombro comparecerá sobre mi hombro. "



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