Huguenau o el realismo (fragmento)Hermann Broch
Huguenau o el realismo (fragmento)

"Caminan por las silenciosas calles medievales. Los portales de las casas son como negros agujeros. En uno de ellos, hay una pareja de enamorados, muy pegados a la puerta; de otro sale un perro corriendo a tres patas calle arriba y desaparece en una esquina. Detrás de algunas ventanas todavía arde una luz macilenta, pero ¿qué sucede tras las que no están iluminadas? Es posible que, tendido en su cama, yazga algún cadáver, la afilada nariz apuntando al aire y la sábana formando como una pequeña tienda de campaña sobre los tiesos dedos de los pies. Tanto el mayor como Huguenau miran hacia las ventanas, y a Huguenau le gustaría preguntarle si él piensa también, y sin poder evitarlo, en los muertos, pero el mayor camina en silencio, casi preocupado. Probablemente estará pensando en Esch, se dice Huguenau, y desaprueba que Esch esté acostado junto a su mujer preocupando con ello al buen viejo. Pero ¡por todos los diablos! ¿De qué se preocupa? ¡En lugar de defenderse de semejante caballo con aires de santo, se ha hecho en seguida amigo de Esch! Una simpática amistad se ha establecido entre los dos caballeros, los cuales, evidentemente, han olvidado que sin él jamás se habrían conocido. ¿Quién tiene, pues, prioridad sobre el mayor? Y si el mayor está ahora preocupado, es muy justo. Más aún, si de derecho y justicia se tratara, no saldría tan bien librado, ya que el mayor tendría que pagar, junto con su querido Esch, por esta traición… Huguenau se quedó perplejo; de pronto se le había ocurrido, con toda lucidez, una idea arriesgada y excitante: ¡establecer con el mayor una relación temeraria y arriesgada, engañar en cierto modo a Esch, metido en la cama con su mujer, valiéndose del mayor y poniendo al mayor en una situación humillante! Sí, era una idea estupenda y prometedora, y Huguenau dijo:
—Usted recordará, mi comandante, que en mi primer informe hablaba de una visita a la casa de pu… —Huguenau se mordió los labios—, perdón, a la casa de mala nota. Ahora, el señor Esch está virtuosamente acostado en su lecho matrimonial, pero en aquella ocasión vino con nosotros. En el ínterin, yo he seguido haciendo averiguaciones sobre el asunto y creo haber hallado algunos datos. Me gustaría echarle otro vistazo a la casa… Si mi comandante sigue interesado en este asunto y,
cómo diría yo, le interesa aquel ambiente, yo le aconsejaría con todo respeto que fuera ahora mismo.
El mayor paseó una vez más su mirada por las hileras de ventanas, por los portales de las casas, semejantes a bocas de negros subterráneos y luego, con gran sorpresa de Huguenau, sin oponer la menor resistencia, dijo:
—Vamos.
Dieron la vuelta, porque la casa se hallaba en dirección contraria y en las afueras de la ciudad. El mayor, tal vez más ensimismado que antes, caminaba de nuevo en silencio junto a Huguenau, y Huguenau, pese a que tenía muchas ganas de charlar llana y familiarmente, no se atrevía a iniciar una
conversación. Pero le aguardaba algo todavía más desagradable: al llegar frente a la casa, sobre cuya puerta lucía un brillante farol de color rojo. "



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