Primera elegía de Duino "Quién, si yo gritase, me oiría desde los coros de los ángeles? Y aun suponiendo que alguno de ellos me acogiera de pronto en su corazón, yo desaparecería ante su existencia más poderosa. Porque lo bello no es sino el comienzo de lo terrible, ése que todavía podemos soportar; y lo admiramos tanto porque, sereno, desdeña el destruirnos. Todo ángel es terrible. .....Y así me contengo, sofocando el llamado seductor de oscuros sollozos. Ay, ¿a quién podemos recurrir entonces? A los ángeles no, a los seres humanos tampoco y los astutos animales advierten ya que no estamos muy confiados y como en casa en el mundo interpretado. Tal vez nos queda todavía algún árbol en la ladera que podamos contemplar de nuevo cada día; nos queda la calle de ayer y la mimada fidelidad de una costumbre que se complació en nosotros y así permaneció y ya no se fue. ----- Oh, y la noche, la noche, cuando el viento lleno de espacio sideral nos muerde el rostro; ¿a quién no le queda al menos ella, la anhelada, que nos decepciona suavemente y con esfuerzo aguarda al corazón de cada cual? ¿Es la noche más leve para los enamorados? Ay, ellos sólo se ocultan uno al otro su destino. ----- ¿Aún no lo sabes? Arroja desde los brazos el vacío hacia los espacios que respiramos; quizá de modo que los pájaros sientan el aire ensanchando con un vuelo más íntimo. - Sí, al parecer las primaveras te necesitaban. Algunas estrellas te exigían que las percibieras. En el pasado se levantaba, acercándose, una ola o cuando pasabas tú junto a la ventana abierta se entregaba un violín. Todo eso era misión. ¿Pero pudiste con ello? ¿No estabas todavía distraído por las expectativas como si todo te anunciara una amada? (¿Dónde quieres albergarla, cuando grandes y extraños pensamientos entran y salen de ti y a menudo se quedan por la noche?) Pero, si te abruma la nostalgia, canta a los amantes; mucho falta todavía para que su célebre sentimiento sea lo bastante inmortal. Y a esos abandonados que tú casi envidias y a quienes encontraste aún más capaces de amar que a los satisfechos. Una y otra vez recomienza la alabanza inalcanzable; piensa: el héroe perdura y hasta su mismo ocaso fue para él sólo un pretexto para ser: su último nacimiento. Pero la naturaleza, agotada, recoge de vuelta a los amantes en su seno, como si le faltaran las fuerzas para llevar a cabo dos veces la tarea. ¿Has pensado bastante en Gaspara Stampa, para que así alguna muchacha a quien dejó su amado, ante el ejemplo señero de esta amante, sienta: y si yo llegase a ser como ella? ¿No deberían, al fin, hacérsenos más fecundos estos viejos dolores? ¿No es tiempo ya de liberarnos, amando, del amado y de resistir estremecidos, como resiste la flecha a la cuerda, para ser, concentrada en el salto, más que ella misma? Porque no hay permanecer en parte alguna. - Voces, voces. Escucha, mi corazón, como antaño sólo escuchaban los santos, de tal modo que el llamado gigantesco los alzaba del suelo; pero ellos, los imposibles, seguían ahí de rodillas, indiferentes: Así estaban escuchando. No es que tú puedas soportar la voz de Dios, ni mucho menos. Pero escucha el soplo, el mensaje incesante que se forma del silencio. Ahora susurra hacia ti desde aquellos jóvenes difuntos. Donde quiera que entraste, ¿no te habló quedamente su destino en iglesias de Nápoles y Roma? ¿O se te impuso, sublime, una inscripción en relieve, como recientemente esa lápida en Santa María Formosa? ¿Qué quieren ellos de mí? En voz baja debo deshacer la apariencia de injusticia que limita un tanto a veces el puro movimiento de sus espíritus. -- Por cierto que es extraño no habitar más la tierra, no seguir practicando las costumbres apenas aprendidas, no dar el significado de un porvenir humano a las rosas y a tantas otras cosas llenas de promesas; no seguir siendo lo que uno era en unas manos infinitamente angustiadas o incluso dejar de lado el propio nombre como un juguete destrozado. Es extraño el no seguir deseando los deseos. Es extraño ver ondear libre en el espacio todo lo que antes se amarró. Y el estar muerto es laborioso y tan lleno de recuperaciones que sólo lentamente percibe uno algo de eternidad. Pero los vivos cometen todo el error de distinguir con demasiada vehemencia. Los ángeles (se dice) no sabrían a menudo si andan entre los vivos o los muertos. A través de ambas regiones el eterno fluir siempre arrastra consigo a todas las edades, acallándolas. Por último, ya no nos necesitan ellos, los que se fueron temprano; suavemente uno se va desacostumbrando de lo terrenal, así como se emancipa con ternura de los pechos de la madre. Pero nosotros, que tenemos necesidad de tan grandes misterios, de los cuales, y desde la tristeza, surge a menudo una prosperidad bienaventurada: ¿podríamos existir sin ellos? ¿Es vana la leyenda de que antaño, en el lamento funerario por Lino, la primera música, osada, atravesó el arido estupor; y que recién en aquel espacio dominado por el terror, del cual el joven semidiós escapó de pronto y para siempre, entró el vacío mismo en aquella vibración que aún ahora nos arrebata, nos consuela y nos ayuda? " epdlp.com |