Avenida de los misterios (fragmento)John Irving
Avenida de los misterios (fragmento)

"Clark siempre había apoyado, además, los derechos de los gays; sin embargo, defendía la arraigada postura de su venerada Iglesia católica; consideraba la postura de la Iglesia sobre el aborto, y sobre el matrimonio tradicional (es decir, entre un hombre y una mujer), «coherente y previsible». Clark incluso había dicho que, a su juicio, la Iglesia «debía defender» sus puntos de vista sobre el aborto y el matrimonio; Clark no veía la menor incoherencia en el hecho de que él tuviese puntos de vista a título personal sobre «temas sociales» diferentes de los puntos de vista defendidos por su bien amada Iglesia. Eso exasperaba a Juan Diego sobremanera.
Pero ahora, en la menguante luz del crepúsculo, mientras su joven chófer esquivaba ágilmente obstáculos que aparecían en la carretera y se esfumaban al instante, no se habló de control de la natalidad. Clark French, como correspondía a su fervoroso sentido del sacrificio, viajaba en el asiento más peligroso —el contiguo al joven chófer— mientras que Juan Diego y Josefa iban con el cinturón de seguridad abrochado en la aparente fortaleza que era el asiento trasero del todoterreno.
El hotel del complejo turístico de la isla de Panglao se llamaba Encantador; para llegar hasta allí atravesaron un pueblecito de pescadores en la bahía de Panglao. Allí la oscuridad era mayor. Los destellos de las luces en el agua y el olor a salitre en el denso aire eran los únicos indicios de que el mar estaba cerca. Y a cada curva de la tortuosa carretera los haces de los faros se reflejaban en los ojos alerta de perros y cabras sin rostro; los pares de ojos a mayor altura eran de vacas o de personas, dedujo Juan Diego. Había un sinfín de ojos sumidos en la oscuridad. En un lugar así, cualquiera habría conducido tan deprisa como el joven chófer. "



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