Cartas (fragmento) Libanio
Cartas (fragmento)

"Acuérdate de aquellas palabras que tú mismo empleaste para sentenciar que había que conceder siempre la primera petición, y de las mías, cuando te elogiaba por haber puesto fin a esta práctica. Aunque sigo manteniendo lo dicho, no obstante deseo modificarlo ligeramente. Pues así como antaño uno que trataba de promover una ley ante la asamblea excluyó de la obligación de cumplir la liturgia a los descendientes de Harmodio, en estos mismos términos me expreso ahora. Que nadie reciba la exención salvo Hilario el orador, quien tendría que estar pasando una existencia plácida en su casa y ocupándose de sus tierras, pero que, expulsado de ella por gente que le ha atacado con violencia, ni siquiera puede ver el fruto de su elocuencia, sino que le ocurre lo que dice el proverbio, [un varón delfio posee una corona, pero se ha muerto de sed].
En el caso presente, quien posee el arte de la elocuencia no puede percibir salario con su oficio (que otro averigüe la causa). Ciertamente, lo que a mí me corresponde decir es que si no le concedes a este hombre tu refugio, Hermes no lo soportará con benevolencia, tú darás la impresión de haberte olvidado de tu queridísima Capadocia y nosotros seremos presa del desánimo, por más que no se nos reproche nada. ¡Ea, noble amigo! Convence al muy poderoso Elpidio para que le salve a él y a su hijo. Dile que igual virtud es desposeer a quienes es razonable hacerlo, como permitir que conserven sus bienes quienes lo merecen. Sepa que también yo me sumo al grupo que suplica por este orador. Porque es posible que también contribuya en algo, convencido como estoy de que en su casa no soy tan poco estimado, ya que, si no otra cosa, sí que sé cómo apreciar a un buen gobernante. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com