Últimos suspiros míos "Últimos suspiros míos, pues que me dejáis de suerte que, en despidiéndoos, la muerte hinchirá vuestros vacíos, partir con vuelo ligero a dar nuevas del postrero esfuerzo con que os arrojo, si no habéis de dar enojo con decir lo bien que muero. Que pues no gusta esta fiera de haberme dado la vida, también quedará ofendida de oír que por ella muera; mas si entrambas cosas siente, decidle que se contente del fruto de sus desdenes, pues ninguno de estos bienes le dio voluntariamente. Y si en ella echáis de ver señales de compasión (¡oh triste imaginación, lo que me atrevo a creer!), proseguid y acrecentad aquella tarda piedad hasta que mi muerte sienta de suerte que se arrepienta en vano de su crueldad. Porque es tan libre y altiva, que si no a su pecho injusto jamás ha mostrado gusto de que muera o de que viva; y yo, intérprete confuso, cuando su silencio acuso, o el público desamor, por cordura y por valor lo canonizo o lo excuso. Pues basta lo que he vivido, ni admitido ni olvidado que sin saber si la enfado, soy por su ley excluido; su vida tan trabajosa, pues que la muerte es honrosa, acertado el trueque fue, que en su callar bien se ve que no esperaba otra cosa. ¡Oh Dios, qué trasordinaria y tiránica inclemencia con no hacer diligencia mostrar que no es voluntaria; y que obedeciendo a tiento adivinemos su intento, y ella mire los servicios, no obligada a dar indicios de amor o aborrecimiento! Por otra parte, el engaño en que por su causa estoy, hace sospechar que soy yo mismo autor de mi daño, y que el fuego donde moro, cual salamandra lo adoro aunque yo sigo otro estilo, que muero como Perilo dentro de su mismo toro. ¿Cuál es mayor maravilla, el padecer con valor vida de tanto rigor, o morir por no vivilla? Yo que no me satisfago de sufrir sólo un estrago, ambicioso de más gloria, en esta última victoria ambas maravillas hago. Mas, triste, ya está a la puerta, ¡oh mis suspiros!, la vida debilitada y perdida y de espíritus desierta. Id volando, no tardéis, que detrás la llevaréis como víctima al altar, donde podréis celebrar con llanto lo que perdéis. Yo, cual cisne que lamento el fin que contento espero, ¡en qué desdén vivo y muero, que es nido y sepulcro junto! Y mi lástima os obliga a que cada cual le diga que sea a todos intractable, pues quien la mereció afable no la mereció enemiga. " epdlp.com |