El regreso del nativo (fragmento)Thomas Hardy
El regreso del nativo (fragmento)

"Subieron más y más soga, hasta que se pudo oír en lo profundo del pozo un goteo regular. Se hizo más definido a medida que subía el balde, y pronto habían recogido ciento cincuenta pies de soga.
Fairway encendió entonces una linterna, la ató a otra cuerda y comenzó a bajarla por el pozo junto a la primera; Clym se adelantó y miró hacia abajo. En su descenso, la linterna ponía de relieve en las paredes del pozo extrañas hojas húmedas que nada sabían de las estaciones del año, y musgos de pintoresca naturaleza; al fin, sus rayos cayeron sobre una confusa masa de soga y balde que colgaba en el aire acuoso y oscuro.
-¡No lo tenemos más que por el borde del asa! ¡Por Dios, no vayáis a menearlo! -dijo Fairway.
Tiraron con la mayor suavidad posible hasta que el balde mojado apareció a dos yardas por debajo de ellos, como un amigo muerto que volviera a la tierra. Tres o cuatro manos se estiraron, y entonces la soga dio una sacudida, la roldana giró a toda velocidad, los dos hombres que tiraban de la soga más cerca del brocal cayeron de espaldas, se escucharon los golpes contra las paredes del pozo de un cuerpo que caía, y del fondo se elevó un estruendo atronador. El balde había vuelto a caer.
-¡Maldito balde! -dijo Fairway.
-Bájala otra vez -dijo Sam.
-Estoy más tieso que un hueso de carnero de estar tanto tiempo echado para alante -dijo Fairway enderezándose y estirándose hasta que le crujieron las coyunturas.
-Descansa unos minutos, Timothy -dijo Yeobright-. Yo tomaré tu lugar.
Volvieron a bajar el garfio. Su impacto perceptible en el agua distante llegó a sus oídos como un beso, y al oírlo Yeobright se arrodilló e, inclinándose sobre el brocal, comenzó a moverlo en círculos como hiciera Fairway.
-Amarradlo con una soga. ¡Es peligroso! -exclamó una voz suave y nerviosa en algún punto por encima de sus cabezas.
Todos se volvieron. La que hablaba era una mujer que contemplaba al grupo desde una ventana del piso superior, cuyos cristales despedían llamaradas a la luz rojiza del poniente. Sus labios estaban entreabiertos y parecía haber olvidado por un momento dónde se encontraba. "



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