La hija del capitán (fragmento)Alexander Pushkin
La hija del capitán (fragmento)

"Algunos días después de aquel famoso consejo nos enteramos de que Pugachov, fiel a su promesa, estaba acercándose a Oremburgo. Vi el ejército de los rebeldes desde lo alto de la muralla de la ciudad. Me pareció que su número había aumentado unas diez veces desde el último asalto del que fui testigo. Tenían artillería, tomada en las pequeñas fortalezas ya sometidas por Pugachov. Al recordar la decisión del consejo, preví una larga reclusión entre las murallas de Oremburgo y casi lloré de despecho.
No voy a describir el cerco de Oremburgo, que pertenece a la historia y no a unas notas familiares. Diré solamente que este cerco, por culpa de la imprudencia de las autoridades locales, fue desastroso para la población, que sufrió hambre y otras muchas calamidades. Es fácil imaginarse que la vida en Oremburgo era insoportable. Todos esperaban tristemente a que se decidiera su suerte; todos se quejaban de la carestía, que, realmente, era espantosa. Los habitantes llegaron a acostumbrarse a las balas de cañón que entraban en sus patios; hasta los asaltos de Pugachov dejaron de provocar la curiosidad general. Yo me moría de aburrimiento. Pasaba el tiempo. No me llegaban cartas de la fortaleza Belogórskaya. Todos los caminos estaban cortados. La separación de María Ivánovna me resultaba insufrible. Me atormentaba no saber nada de su suerte. Mi única distracción consistía en salir de la ciudad. Gracias a Pugachov, tenía un buen caballo, que compartía mis escasos alimentos y me sacaba todos los días fuera de la ciudad para cruzar algunos tiros con los jinetes del impostor. En estos tiroteos la ventaja estaba generalmente por parte de los rebeldes, bien alimentados, borrachos y con buenos caballos. A veces salía al campo nuestra hambrienta infantería, pero la profundidad de la nieve le impedía maniobrar contra los jinetes dispersados. Nuestra artillería tronaba en vano desde lo alto del baluarte, y en el campo se hundía en la nieve y no se movía, porque los caballos estaban agotados. ¡Ésta era nuestra acción militar! ¡Y esto es lo que los funcionarios de Oremburgo llamaban prudencia y buen juicio! "



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