Un héroe de nuestro tiempo (fragmento)Vasco Pratolini
Un héroe de nuestro tiempo (fragmento)

"Sus últimas palabras me anonadaron. Había expresado, de manera clara y despiadada, lo que aparecía a mis mismos ojos como mi culpa. Moralmente, yo me decía, y me sigo diciendo noche y día, moralmente es como si Sandrino me hubiera poseído. Sólo una reacción física me había apartado de él al último momento, y no mi propia voluntad. Por esto yo había callado instintivamente, con Faliero, la noche del episodio. Debía y quería ser sincera con mi marido, pero para serlo completamente hubiera necesitado explicarme, difundirme, como estoy haciendo ahora. Y teníamos poco tiempo a nuestra disposición, no dormíamos en la misma casa en aquellos tiempos, por exigencias de la conspiración. Y, precisamente, fue por reflexionar en eso otro mucho más importante que estábamos haciendo, en los riesgos que afrontaba Faliero en su actividad de golpista, por lo que yo no quise turbarlo con mi confesión. Después de la liberación, me hallé con igual temor de empañar su felicidad y su entusiasmo. Dejé pasar tres días, y hasta me ilusioné con poder callar para siempre. Pero de esta consideración a advertir el abismo que se abría a mis pies, sólo había un paso. Así, la mañana en que Sandrino me expuso brutalmente su propósito de extorsionarme, yo ya estaba en la condición en que me encuentro ahora. Los meses que desde entonces han transcurrido no han hecho sino agregar pruebas de vileza a la vileza de que era culpable. Sin embargo, aquella mañana, oyéndolo expresar de modo tan lúcido y a la vez tan obvio la idea que más me atormentaba, quiero decir la de la consecuencia moral de mi culpa, tuve escalofríos. Sandrino poseía, pues, una capacidad tan aguda y perversa de inducir, que podía interpretar inmediatamente mi pensamiento y hacer blanco sin más en mi inquietud. Entonces lo temí, francamente, lo temí como se puede temer a una fiera suelta y hambrienta. No dudé de que su extorsión consistiese en obligarme a yacer con él todas las veces que le viniese en ganas, a empezar desde aquel mismo momento. Decidí fingirme condescendiente, para distraerlo (aduciría el pretexto de mi indisposición para eludir su deseo) y confesarle todo a Faliero aquella misma noche.
Pero no fue así. Sandrino era más abyecto de cuanto yo creía. Me lo confirmó explícitamente cuando le pregunté qué premio pretendía para guardar el secreto. “No te pido que reanudemos la operación aquella en el punto en que la interrumpimos”, me dijo. “Por lo menos, no por ahora. En este momento te causo demasiada repugnancia, y con tal de rehusar serías capaz de afrontar a tu marido”. Hablaba con mi mismo cerebro, y me asustaba cada vez más. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com