El árabe y el vasto país de Ô (fragmento), de La Préface du nègre Kamel Daoud
El árabe y el vasto país de Ô (fragmento), de La Préface du nègre

"Imaginad un hombre de rostro que tiende a lo moreno, quizás al moreno oscuro. Imaginad que desnudarais su imagen en la barbarie de antiguas geografías peatonales -un hombre con gotas de sudor perladas en su frente y en su nariz-que de repente tornaran a precipitarse en un oscuro agujero de la creación donde la abundancia y la futilidad pretérita anteceden al comienzo de este nuevo universo que ahora existe. Ante los hombres se postra la historia y las huellas de las ancestrales tumbas.
El salvaje tiende a pugnar en todos los sentidos, como si sus pies fueran sables arrastrados desde las arenas, cae, se levanta, y dirige hacia vosotros su mirada, sin apenas veros, distorsionado su rostro por el miedo, abierta su boca como si fuera a esbozar un chirrido apenas audible, más bien propio de un insecto que de un ser humano. Seguramente esto os sorprenda un poco e incluso os haga retroceder en el nicho de vuestra mortal invisibilidad. De pronto, como ya os he dicho mil veces, comprenderéis que al pobre animal le estremece la idea de morir a causa de un obús dispuesto por sus propios hermanos, devoradores de carne humana durante el tiempo de los ritos y de las aciagas cosechas. La pequeña escena se despliega ante sus ojos como un libro para idiotas y vosotros la contempláis desde la celeste cima y en todos los rincones posibles de la geometría del orbe, detrás incluso de vosotros mismos ya que todo forma parte del decurso de la historia, y aunque manifiestamente no sea del todo visible sin duda es necesario para aleccionar al espectador mientras la oscilación del eje de las grandes rotaciones cósmicas continúa su curso.
Pocos minutos después, apenas pasadas unas líneas, los tintes de la escena giran alrededor de vuestro propio ombligo. El salvaje tiende a buscar refugio tras unos altos arbustos, mientras unos toscos sosías le buscan provistos de rudimentarios machetes, profiriendo alaridos en un lenguaje tan pobre y tan ignoto que morirá un día sin que nadie se dé cuenta. Los salvajes escudriñan la arena en busca de las huellas de su anhelada presa, gruñen, gritan y giran sus cabezas en pos del pobre fugitivo que se sentía seguro al arbitrio de su frágil camuflaje. Es entonces cuando se desencadena la sed de apresar su blanca piel y la divina ley incrementa en vosotros la certeza de que vosotros sois los responsables, el eje central de este universo, el límite de sus lindes y el sentido de su oclusión. Estáis obligados a intervenir. O bien con la intención de salvar al pobre negro o bien para mostraros indiferentes y continuar hollando la senda infinita de vuestra propia gloria, hacia el occidente de todos los amargos sabores y hacia lugares geográficos que aún permanecen innombrables y vírgenes de registros cartográficos. "



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