Siempre se puede ganar nunca (fragmento)Jorge Onetti
Siempre se puede ganar nunca (fragmento)

"Con efecto: cerril y obcecado, nuestro buen Otto se mostraba imbuido de certezas circunstanciales que daba por axiomáticas. Tenía el convencimiento, verbi gratia, de que la que en tiempos modesta empresa Schmidt hubiera llegado á ser un imperio perfumero, del cual se consideraba estrella indiscutible, era fruto exclusivo de su ciencia y arte. Creía también á pie juntillas que toda mujer capaz de precaverse de su futuro con sensatez no podría negarse á un pedido de mano formal si éste provenía de un genio de su talla y no existía fuerza humana capaz de hacer que se apeara de convencimientos tales. Si á esto se agrega que, si bien muy por debajo de las incontables capas de pequeñas vejigas pletóricas de grasa que anegaban su pecho, Gestankhausen tenía un corazón sensible á los encantos femeninos en general y á los de la heredera del imperio, Fräulein Thekla, en particular, una mezcla explosiva estaba presta á estallar en el más inopinado de los momentos.
En lo que mira á Fräulein Thekla, estaba ésta dotada de una belleza arrebatadora y luminosa no exenta de cierta considerable dosis de desdén y lejanía, atributos que, en presencia del prestigioso químico palmariamente entrado en carnes, adquirían el afrentoso vigor de una bofetada. De lo que se sigue que Otto Gestankhausen se veía impelido á doblegar, aunque á duras penas, su temperamento bilioso-sanguíneo. Ello no obstaba que inflamado por una pasión, á todo punto insana y desahuciada desde el punto de vista de cualquier observador objetivo; persistiera en un galanteo tan homeopático como incesante dejado caer, gota á gota, sobre la dorada cabeza de su amada, quizá en la desesperada esperanza de horadarla hasta imponerse á su mente de la que Herr Otto, al reputarla temporalmente extraviada á consecuencia de los vicios y desprejuicios que aquejan á las nuevas generaciones, estaba decidido á extirpar todo tipo de resistencia dado que, no le cabía la más ínfima de las dudas, tanto Thekla como él, estaban cordialmente destinados el uno á la otra y á la viceversa.
De lo que se sigue que, contra toda evidencia, nuestro buen Otto no cejara en sus enfadosos requiebros, tarea digna de Sísifo de tenerse en cuenta que no recogía de tal empeño ni el más raquítico fruto. Tal era la situación cuando fue convocado al despacho de Herr Schmidt. "



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