Mantícora (fragmento)Robertson Davies
Mantícora (fragmento)

"Desplumaba a los ricos en la medida de lo posible, lo cual no deja de ser justo. Al menos una vez al año predicaba su famoso sermón sobre aquello de que «es más fácil que un camello atraviese el ojo de un aguja que un rico entre en el reino de los Cielos». Explicaba que el Ojo de la Aguja era una puerta de entrada en Jerusalén, que era tan estrecha que un camello cargado hasta los topes tenía que dejar parte de la carga que llevara en las alforjas para poder atravesarla, y que era costumbre que todo lo que se retirase del camello pasara a ser propiedad del Templo. Por eso, la vía de entrada más evidente para los ricos no era otra que despojarse de parte de su riqueza, donándola a la iglesia, para dar así un paso más hacia la salvación. Creo que por lo que a la historia y a la teología se refiere todo esto son pamplinas, que el propio Woodiwiss quizá se inventó sobre la marcha, pero debo decir que funcionaba con la precisión de un encantamiento. Como decía él mismo, siguiendo su propio librillo, «con Dios todas las cosas son posibles». De ese modo convencía a los ricos para que se despojasen de parte de los bienes de este mundo y dejaran el paso del ojo de la aguja en manos de quien mejor lo conocía.
No vi mucho al canónigo, aunque sí oí muchos de los sermones con los que obraba maravillas. Tenía una labia fabulosa, como pocos párrocos la tienen. En cambio, sí tuvo gran influencia en mí uno de los curas de la parroquia, que se llamaba Gervase Knopwood.
El padre Knopwood, como prefería que le llamásemos, era extraordinario con los chicos jóvenes, aunque a primera vista resultara muy improbable. Era un inglés que tenía un acento de clase alta tan marcado que casi resultaba de farsa; tenía los dientes largos y toda las trazas de ser aún un colegial pasado de años. No es que fuera viejo; debía de rondar los cuarenta y tantos, pero peinaba canas y tenía hondos surcos en la cara. No era un bromista, no era un hombre de especial simpatía, no le gustaban los juegos, aunque era tan duro y resistente que había sido misionero en las regiones del oeste de Canadá, en algún territorio especialmente difícil. Todo el mundo le profesaba un gran respeto, y todo el mundo le temía de una manera un tanto especial, porque era muy exigente, esperaba lo mejor de los chicos y tenía algunas ideas que para mí eran cuando menos originales. "



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