El viaje de Shakespeare (fragmento)Léon Daudet
El viaje de Shakespeare (fragmento)

"No puedo persuadirles -gritaba éste- que sería bello renunciar a los asuntos bíblicos y mitológicos en que se agotan, a imitación de los italianos, y abordar francamente la represión simple y rigurosa de lo que tienen diariamente ante los ojos. Desconocen los admirables recursos de ese clima en que la luz se derrama armoniosa, esparcida como una bruma discreta, de ese pueblo de gestos lentos, de caras caracterizadas, laboriosos y tercos, de trajes semi rústicos, semi señoriales que juntan la comodidad a la pompa. Son ciegos ante el lujo íntimo de nuestras moradas, los mobiliarios tan curiosos, las tapicerías y los espejos, las joyas, los trajes, las pieles, los encajes, todo lo que realza el brillo de la carne y la flexibilidad de la marcha. Se apartan de los pastos, de las bestias rollizas, de los contrastes de un cielo atormentado, marino, con un suelo tranquilo, utilizado en todos sus rincones, fértil por todas partes y en donde el agua vive como en ninguna parte en el mundo. Barcas atravesando una pradera, velas que enmascaran alas de un molino, son para ellos cosas ordinarias y sin atractivo. La primavera les parece una alegoría y la llenan de dioses paganos bajo una cúpula de azul crudo, en medio de laurel de metales; cuando asisten a dos pasos de la ciudad.
-¿Cómo morirán? -se preguntaba el poeta.
-¿Conforme a sus versos o de una manera contradictoria, el corazón seco y vaciado, o lleno de ese entusiasmo que gastan como pródigos? ¿Y sus doctrinas les sobrevivirán? ¿Pasarán a esos jóvenes soberbios y nerviosos que les escuchan e inspirarán la mirada y la mano hasta el punto de dar nacimiento a una obra que quede inmortal, o serán inimitables como cómicos, célebres sólo por la manera de recitar? Es una dicha para ellos que hayan encontrado a William Shakespeare. De este modo la mayor parte de sus monólogos conducen al orgullo y este admirable sentimiento opera en mí una refundición total de tantos espectáculos que se hubieran, a falta de eso, despertado y hundido en el olvido.
Shakespeare pasaba horas deliciosas con sus nuevos amigos. Schorel aumenta la alegría de la vida. Nada escapaba a sus miradas, osados piratas de la naturaleza, e inventaba, para glorificarla, expresiones siempre súbitas que daban la vuelta a lo real como una mano refinada de artesano.
-Soy el perpetuo cazador -decía bondadosamente acariciándose su barba blonda.- A menudo traigo una cara nueva, porque el mundo de las formas es infinito. Los colores son, para ojos ejercitados, las más fugitivas y las más rápidas ilusiones. Lo que el pintor fija sobre la tela no es más que un término medio siempre engañoso. El mismo objeto, a la misma hora del día, en la misma luz y en la misma estación, cambia más a menudo de adorno que la más rica Duquesa de Ámsterdam. ¡Cuántas veces he querido hallar de nuevo tal matiz oscuro del canal que costea mi horizonte, tal matrimonio oscurecido del agua y de la piedra! Pero eran visiones desaparecidas para siempre y que sólo existen en un rincón fiel de mi memoria donde guardo un glorioso tesoro del cual las palabras no pueden dar idea, porque son todas grisáceas y flojas y datan de una época en que no se observaba. Cuando sueño, evoco cosas pasadas, extinguidas y aún cálidas, semejantes a vueltas de infieles, grises delicados como carne de mujer, azules casi negros, exaltantes y pulidos y azules de dulzura y de ensueño. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com