Beatriz Cenci (fragmento)Francesco Guerrazzi
Beatriz Cenci (fragmento)

"La desolada criatura se arrodilló delante del conde con los brazos abiertos, casi esperando el golpe.
¿Por qué Beatriz se puso en pie de repente y estrechó la cintura de su padre? ¿Por qué luego le puso ambas manos sobre la cabeza? ¿Por qué lanzó un grito de terror... ella que no era miedosa... un grito que resonó en todos los ámbitos del palacio?
Marzio que permanecía inadvertido en la sala, al oír las palabras que revelaban ya abiertamente el infernal designio de Francisco Cenci, se había acercado cautelosamente con un pesado vaso de plata en la mano, y levantando el brazo con toda su fuerza, iba a deshacerle el cráneo... y lo hubiera hecho, porque el conde estaba arrobado contemplando a la hermosa doncella.
Don Francisco, conmovido por el grito y la actitud de Beatriz, levantó involuntariamente los ojos al techo y le pareció ver, y lo vio ciertamente, pasar un rayo centelleante por encima de la cabeza... ¡Ah! ¿Quizás el rayo de Dios, tan tardío? Esta idea duró lo que un relámpago, pero comprendió una eternidad de tormento para aquel malvado... El fiero anciano no decayó por esto; y tranquilizado en breve, giró en torno suyo las turbias pupilas y vio a Marzio que, impasible, colocaba la vajilla en el aparador.
-Marzio... ¿tú aquí?
-¡Excelencia!
-¿Tú aquí?
-A las órdenes de Vuestra Excelencia.
-Vete.
El criado se inclinó y al marcharse hizo a Beatriz una señal que quería significar: «¡Ah! ¿Por qué lo habéis impedido?»
Pero Beatriz, en la que persistía aquel arranque de cariño filial, oprimió con fuerza sobrehumana el brazo de don Francisco, como para llevarle consigo, y exclamó:
-Venid, desgraciado viejo... No tenéis un momento que perder: la muerte os cubre con sus alas. Venid, el peso de vuestros crímenes os precipita en el infierno. ¡Vestid el cilicio, anciano! Cubríos la cabeza con ceniza... Habéis pecado bastante. La penitencia es un ardiente bautismo; pero el fuego purifica más, y mejor que el agua. Si vuestra plegaria no consigue llegar al trono de Dios, uniré las mías, y juntas serán escuchadas. Si en algún modo la justicia quiere víctima expiatoria... aquí estoy yo, ofrezco voluntaria mi vida para rescatar vuestra alma; pero apresuraos, anciano... el borde de la fosa es resbaladizo... Viejo, pensad que va en ello vuestra eterna salvación. "



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