A un dios desconocido (fragmento)John Steinbeck
A un dios desconocido (fragmento)

"Cuando llegó el calor, las mujeres se sentaban en el porche protegidas del sol y cosían. Prepararon todo con meses de antelación. Cortaron una pieza alargada de muselina cruda que serviría para envolver la cadera de Elizabeth, le hicieron el borde y la guardaron. Cuando llegó junio, ya estaban hechas las almohadas de plumas de ganso y todas las colchas.
No hablaban más que de niños, cómo nacían y todos los accidentes que podían ocurrir y cómo los dolores del parto se borran pronto del recuerdo de una mujer y cómo los niños y las niñas son diferentes desde sus primeros hábitos. Había anécdotas sin fin. Rama recordaba historias de niños nacidos con cola, con más miembros, con la boca en la espalda; pero no había por qué asustarse porque Rama sabía por qué ocurrían esas cosas. Algunas eran fruto de la bebida, otras de la enfermedad, pero las peores, las peores monstruosidades venían de concebir durante la menstruación.
En ocasiones, Joseph llegaba a casa con briznas de hierba en los cordones de los zapatos y manchas verdes en las rodillas de sus pantalones vaqueros y la frente brillante de sudor. Se quedaba de pie acariciándose la barba y escuchando la conversación. Rama se dirigía a veces a él para que corroborara lo que decía.
Joseph trabajó extraordinariamente durante aquella primavera tan pródiga. Castraba a los ternerillos, apartaba las rocas que impedían que crecieran las flores y salía a buscar al ganado para marcarlo con su nueva marca de hierro «JW» en la piel. Thomas y Joseph trabajaban juntos en silencio, tendiendo vallas de alambre en los límites de la finca, pues resultaba más fácil cavar los agujeros para los postes en una primavera húmeda. "



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