La muerte de la Pitia (fragmento)Friedrich Dürrenmatt
La muerte de la Pitia (fragmento)

"Cierto es que el viejo gánster Gygax había muerto tras hacerle la vida imposible a su cliente, y que éste había acumulado contra él una auténtica animosidad, tratando de eliminarlo, ¿quién iba a negarlo?, son cosas que pasan en cualquier parte, dijo, y lo único realmente fantástico era presentar la muerte de un hombre de negocios enfermo del corazón como un asesinato («¡Pero si yo lo maté!», protestó Traps como cayendo de las nubes); a diferencia del fiscal, él consideraba al acusado inocente y, más aún, incapaz de cualquier culpabilidad (Traps lo interrumpió, esta vez ya amargado: «¡Pero si yo soy culpable!»). El representante general de la fibra sintética hefeston era un ejemplo para muchos, añadió. Al definirlo como alguien incapaz de tener culpa no quería afirmar que fuera inocente, todo lo contrario, Traps estaba más bien atrapado por todas las formas posibles de la culpa: cometía adulterio y a veces se abría paso por la vida timando con cierta mala fe, aunque no al extremo de que su vida sólo estuviera hecha de timos y adulterios, no, no, también tenía sus lados positivos, sus virtudes, claro que sí. El amigo Alfredo era un hombre trabajador, tenaz, amigo fiel de sus amigos, un hombre que procuraba asegurar un porvenir mejor a sus hijos, políticamente fiable en líneas generales, aunque ligeramente salpicado, manchado por ciertas lacras típicas e inevitables en muchas vidas mediocres, y precisamente por eso incapaz de cargar con ninguna gran culpa, pura y altiva, de cometer sin titubeos una mala acción, un delito claro e inequívoco. (Traps: «¡Calumnia, pura calumnia!»). Que no era un delincuente, prosiguió, sino una víctima de su tiempo, de Occidente, de una civilización que ¡ay! (y aquí se fue poniendo más y más nebuloso) había perdido la fe, el Cristianismo y los principios de una ética universal para volverse caótica, de suerte que el individuo no tenía estrella alguna que lo guiara y era presa de la confusión y el salvajismo, de la primacía del más fuerte y la carencia de una auténtica moralidad. "


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