Vinieron las lluvias (fragmento)Louis Bromfield
Vinieron las lluvias (fragmento)

"Pasaba los ratos más felices de su existencia cuando se encerraba en su habitación a leer las revistas cinematográficas que regularmente le enviaba su prima desde América, a cambio de ocasionales y exóticos regalos procedentes de la India, tales como chales baratos y trozos de brocado para zapatillas; y cuando no estaba leyendo Los secretos de las estrellas, se dedicaba a elaborar fantásticos y nebulosos planes de fuga. No tenía ideas muy claras respecto al lugar adonde iría, pero Hollywood parecía un punto bastante probable. Extraída de las revistas cinematográficas y de las novelas baratas que leía, se había formado una filosofía de la vida que no revelaba a nadie, y menos aún a su madre. Sabía que era bonita y estaba convencida de que cualquier sitio sería para ella mejor que Ranchipur. Lo que ella deseaba eran pieles, joyas, admiradores y una civilización mecanizada. En la soledad de su habitación no tardó en elaborar una vida de ensueño extraordinariamente organizada, que le consumía por lo menos la mitad de cada día, y que llegó a alcanzar a sus ojos las características de la realidad. En cambio, a los ojos de su madre, aquello no pasaba de ser un "acceso de morriña".
Su hermana Hazel, con quien no tenía nada en común, era rolliza, con cara de luna llena, y lo mismo que su padre, tenía esa expresión afable de persona alimentada con maíz, que poseen muchos americanos del Medio Oeste. A diferencia de su hermana, era dócil, no se lamentaba nunca y jamás sufría un "acceso de morriña"; pero, ¡ay!, mientras Fern se hallaba presente, "los muchachos" eran incapaces de ver las virtudes más domésticas de Hazel.
La señora Simón solía pensar: "¡Ah, si Fern tuviera la disposición de Hazel, y Hazel la figura de Fern!" No concedía paz ni reposo a ninguna de las dos muchachas. A Fern le estaba constantemente regañando por su mal humor y por sus aires de superioridad con los jóvenes partidos de Ranchipur. A Hazel le estaba siempre pinchando y mortificando con sus instrucciones para que se mantuviese erguida y no riese tanto y de manera tan bobalicona, prohibiéndole comer demasiado, porque su figura ya parecía un poco pesada, prohibiéndole hasta que sudara. Por este procedimiento había conseguido destruir enteramente la poca confianza que la pobre Hazel hubiese tenido jamás en sí misma. Y ponía continuamente delante de los ojos de sus hijas la perspectiva del matrimonio como fin único y exclusivo de la existencia.
Cuando, por fin, descendió a la planta baja, luciendo un vestido de seda estampado y con la inquieta mirada puesta todavía en el cielo, eran más de las cinco de la tarde, y todos los preparativos para el té estaban ultimados. "



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