Entre actos (fragmento)Virginia Woolf
Entre actos (fragmento)

"El público fue tomando sus asientos. Algunos se sentaron; otros se quedaron en pie unos instantes, se volvieron y contemplaron la vista. El escenario estaba vacío; los actores todavía estaban vistiéndose entre las matas. Los componentes del auditorio se miraron unos a otros y comenzaron a hablar. Retazos y fragmentos llegaban hasta el lugar en que se encontraba la señorita La Trobe, libreto en mano, detrás del árbol.
«No están preparados… Les oigo reír» (decían entre el público…) «… Se están vistiendo. Esto es lo más importante, vestirse. Y se está bien, pues el sol no calienta tanto… Es una de las cosas buenas que la guerra nos trajo, días más largos… ¿Dónde estábamos? ¿Lo recuerdas? En los tiempos de Isabel I… Quizá llegue al presente, si se salta fragmentos… ¿Crees que la gente cambia? Bueno, esos vestidos, desde luego… Quería decir nosotros mismos… Ordenando un armario encontré el sombrero de copa de mi padre… Pero, nosotros, ¿cambiamos?»
«No, no me fío de los políticos. Tengo un amigo que ha estado en Rusia. Dice… Y mi hija acaba de regresar de Roma, y dice que la gente normal y corriente, en los cafés, odia a los dictadores… Bueno, no todos pensamos igual.»
«¿Ha leído en los periódicos ese extraño caso del perro? ¿Cree que los perros machos no pueden alumbrar perritos?… ¿Y la reina María y el duque de Windsor, en la costa sur?… ¿Se cree lo que dicen los periódicos? Yo prefiero preguntar al carnicero y a la verdulera… Ahí viene el señor Streatfield con una valla… El buen clérigo, digo yo, trabaja más por menos paga que todos los demás… Son las esposas quienes crean problemas…»
«¿Y qué me dice de los judíos? Los refugiados… los judíos… Gente como nosotros, volviendo a empezar de cero… Pero siempre ha sido igual… Mi madre, que es muy vieja, tiene más de ochenta años, todavía recuerda… Sí, aún lee sin gafas… ¡Increíble! Pero no se dice que, cumplidos los ochenta… Ahí vienen… No, no es nada… Yo impondría un castigo, anda que ir dejando desperdicios por ahí. Pero, como dice mi marido, ¿quién cobraría las multas?… Allí está, la señorita La Trobe, allí, detrás de aquel árbol…»
Allí, detrás del árbol, la señorita La Trobe rechinó los dientes. Estrujó el libreto. Los actores se estaban retrasando. El público no dejaba de distraerse y se dividía en fragmentos y pedacitos. "



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