El donado hablador (fragmento)Jerónimo de Alcalá Yáñez de Ribera
El donado hablador (fragmento)

"El caballero, con estas cosas tan agradecido y obligado, no se llegaba a corrillo, conversación ó visita, que no hablase de la merced que Dios le había hecho en depararle un tan buen mozo como el que tenía. Contaba sus gracias, su cuidado, su fidelidad, y sobre todo, su grande amor, pues continuamente rogaba a Dios quitase de sus días para poner en él: cosa bien contraria de lo que se usa en los criados de estos tiempos, pues son como enemigos domésticos inevitables, que se han de querer y buscar aunque no queráis, y no hay pasar sin ellos. Tuvo el caballero necesidad de hacer una breve jornada, y en su compañía hubo de llevar por lacayo ó mozo de espuelas a su criado, a quien tanto quería: el tiempo era por invierno, trabajoso, y el camino peor, por haber de pasar un puerto de grande aspereza: de modo que en la cumbre del se levantó una borrasca, con tanto rigor, de un aire frigidísimo, que fue ventura con tanta ventisca no quedarse amo y mozo sepultados en aquella blanca y cuajada nieve. Se animaban los dos caminantes, ya con una bota que llevaban, ya con gritos, que servían para que las mulas cobrasen esfuerzo, y no atollasen perdiendo la vereda, que ya estaba casi cubierta. Considerando pues el gran peligro en que estaban y el trabajo que padecían, dijo el mozo a su amo: Señor, señor, estos son los días que yo suplico a Dios quite de mí y ponga en vuesamerced, para que mejor se conserve el individuo. Quedó con esto el caballero desengañado del criado que tenia, y de allí adelante dejó de alabar las lisonjas con que le trataba. Pero mi autor hallaba en mi trato y modo con que le servía una llaneza y una admirable inclinación a favorecerle en cuanto era posible: de suerte que, cuando no fuera de tan buen entendimiento como era, manifiestamente echara de ver cuán sin doblez procedía en todas las cosas que estaban a mi cargo, que no eran de poca pesadumbre; ya en los caminos por que habíamos de andar de quince en quince días de un pueblo en otro, hechos gitanos, con nieves y aguas, de venta en venta, pasando las incomodidades que en semejantes caminos se padecen. Y no era el peor haber de contentar a tantos, adonde hay tan diferentes pareceres y gustos: cuál decía mal de la música, cuál del verso y mala traza de la comedia, de la pobreza de conceptos, del estilo y modo de decir tan llano y ordinario: si las mujeres eran ya de días, poco airosas, los representantes mal aderezados, de poco cuerpo, arrogantes, de malas acciones, cuál recitaba llorando, cuál se turbaba por no acordarse del pie que le daban, sin haber falta que no se dijese, ni delito, por pequeño que fuese, que no se sacase al tablado; y lo que era peor, que los que más mal hablaban y con más libertad, eran ó los que no lo entendían, ó habían entrado a oírnos de balde. No pocas dificultades pasan los pobres autores, ya en los ensayos, ya en si salen mal las comedias; que no todas veces los poetas aciertan, y por una mala representación, aunque otras muchas hayan hecho buenas, enfadados los oyentes, no vuelven otro día, y con poca gente y menos ganancia, siendo mucho el gasto, quedan los pobres asolados y perdidos; y así, no hay autor que no esté empeñado, lleno de deudas, y por maravilla alguno llegó a ser rico. Si hay mucho calor, no se viene a la comedia. Si el invierno es riguroso ó llueve, no se puede salir de casa. Si hay mucho calor, no se viene a la comedia. Si el invierno es riguroso ó llueve, no se puede salir de casa. Si algún príncipe muere, se quita todo género de entretenimiento, y los comediantes han de dejar su trato y buscar qué comer ó modo de vivir. "


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