Tiempo de migrar al norte (fragmento)Tayeb Saleh
Tiempo de migrar al norte (fragmento)

"Wad Errayes se enderezó cuidadosamente el bigote, curvado y de guías tan puntiagudas como una aguja, y se acarició luego con la mano izquierda la espesa barba que le llegaba hasta la sien. Blanca y reluciente, contrastaba con el color moreno de su tez, parecido al de la piel curtida. Era como si se hubiera pegado a la cara una barba postiza que, en cambio, armonizaba perfectamente con su gran turbante, formando un marco que hacía resaltar sus rasgos principales: unos bellos ojos de mirada inteligente y una nariz bonita y afilada. Wad Errayes se daba kohl en los ojos y trataba de justificarlo diciendo que el kohl estaba en la Sunna, pero yo creo que sólo lo hacía para estar más guapo. La verdad es que lo era, sobre todo comparado con mi abuelo, que tenía una cara completamente anodina, o con Bakri, que parecía una sandía arrugada. Estaba claro que Wad Errayes era consciente de su atractivo. Había oído contar que, de joven, era una auténtica belleza y que los corazones de todas las jóvenes del sur al norte y de abajo arriba del río se estremecían de amor por él. Se había casado y divorciado muchas veces y lo único que le pedía a una mujer era eso, que fuera mujer. Cuando le apetecía, las tomaba y, si se le hacía algún comentario, contestaba: «El macho no se anda con rodeos». Recuerdo que había estado casado, entre otras, con una mujer dongola de el-Jandaq, una hadandaui de el-Gedaref, una etíope que estaba sirviendo en casa de su hijo mayor en Jartum y una mujer de Nigeria que se trajo de su cuarto peregrinaje a La Meca. Cuando se le preguntaba por qué se había casado con ella, explicaba que les había conocido, a ella y a su esposo, en el barco de Port Sudán a Yedda, que había entablado amistad con ambos y que el marido había muerto en La Meca el día de la Acampada en el Monte Arafat. Agonizante, le había dicho: «Te confío a mi mujer. Protégela». Y no encontró mejor manera de hacerlo que casándose con ella. Vivieron tres años juntos, mucho tiempo para Wad Errayes. Él estaba contento con ella, sobre todo porque era estéril. Cuando le contaba a la gente los detalles de su intimidad, solía decir: «El que no haya estado casado con una nigeriana no sabe lo que es el matrimonio». Estando casados, se casó también con una mujer de Kababish, a la que se trajo de una visita a Hamrat esh-Sheij. Pero las dos mujeres no soportaban la vida en común y no tuvo más remedio que repudiar a la nigeriana para complacer a la de Kababish; a pesar de ello, ésta, poco tiempo después, se escapó y volvió a Hamrat esh-Sheij con su familia. "


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