Nunca el olvido (fragmento)Elena Santiago
Nunca el olvido (fragmento)

"Ya la fiebre se le iba pasando. Solo Val era real. Lo demás era mundo desfallecido. Con horas sin escrúpulos.
Colmaba Selma cualquier hora. A punto, ni un olvido de Melita viva, tan cercana. Meli con aquella sonrisa que era como una necesidad de su cara.
Aquella muerte a Ike y a Valen continuaba haciendo que se sintieran llenos de grumos.
Antes del caos y la mala suerte de la familia, Ada batallaba con Samuel. No quería que le dijera esa zozobra de la vida de que la monotonía iba reuniendo acoquinados, o ahorcados o algo parecido (no se acordaba ella muy bien). Porque había personas que no pensaban así. Ella no pensaba así. Aun teniendo las horas tan iguales a una escalera. Sube y baja. O baja y sube.
Era la escalera de la casa de nogal con barandilla de hierro muy labrada. Pero la desgracia iba a hacerles sentir que hasta las cosas se habían quedado calladas, aunque sin desvirtuar su significado. La casa, sostenida también por los recuerdos, desplegaba una añoranza.
[...]
Quizá fue aquel silencio porque estaba distraído con un próximo viaje.
Existía Roma. Existía Budapest. Pero ya tenía menos sentido su existencia.
Tendría que haber nacido Samuel llamándose Béla Bartók en 1881 y haber fallecido en 1945 en Nueva York. Vivir para la música. Negarse a conocer otra vida.
Estos argumentos aparentemente clarividentes acababan por ser no solo irreales, sino sin sentido alguno. Era necesaria la realidad para estar. Y los sueños para pasearlos al caer la tarde. Ahí estaba la montaña preservando su belleza. Sin caerse sobre sí misma enlodándose. Una lección para no olvidar.
La casa de Meli, Melita, había sido cerrada, clausurada. Era una casa robada. El crimen también robaba sus habitaciones, su luz, sus pequeños ruidos. Robaba los desayunos largos. La risa y algunas caricias… Robaba los espejos de aquellas imágenes. Los almohadones caídos, apretados por los sueños de los dormidos en la siesta. "



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