Una vista del puerto (fragmento)Elizabeth Taylor
Una vista del puerto (fragmento)

"Las gaviotas no escoltaron a las traineras que salieron del puerto a la hora del té, al contrario de lo que harían a su regreso; permanecieron sentadas, meciéndose tranquilamente en las aguas, o se encaramaron a los costados de pequeñas barcas, agitadas arriba y abajo por una estela tras otra. Cuando alzaron el vuelo y extendieron las alas, su blancura destacó sobre el verde del mar; eran tan blancas como el faro.
Desde las barcas, los hombres vieron el puerto como algo sucio y familiar: una hilera de casas, tiendas, un café, una taberna, revestidas de una capa desconchada de yeso de color albaricoque y azul celeste; más adelante, cuando las barcas avanzaron con decisión desde la boca del puerto hacia el mar, se alzaron otras hileras de edificios, la torre de la iglesia se destacó entre los tejados, los rótulos de las tiendas se volvieron borrosos y lo sórdido se hizo pintoresco.
Sin embargo, la vista siguió siendo la misma para Bertram, el cual estaba apoyado en una pared situada junto al faro. Parecía detenido entre el mar y la tierra; el agua se mecía inquieta a ambos lados del rompeolas en el que se encontraba. Miró sobre las barcas y las gaviotas en dirección a la taberna, situada en primera línea del puerto.
Cuando se levantaba por la mañana y se acercaba a una de las ventanas delanteras de aquella taberna para hacer sus ejercicios respiratorios, la vista estaba invertida. El faro hacía las veces de eje, y los edificios del puerto, el rompeolas y el mar giraban continuamente a su alrededor, agrupándose de nuevo, de modo que pocas veces se veía el faro sobre el mismo fondo. De idéntico modo, el rompeolas crecía o se veía reducido a la nada. «Ideal para un artista», pensó Bertram, sacando su álbum de dibujo y trazando una línea en mitad de una página. Dibujó cuadrados y rectángulos para representar los edificios; la gran casa de piedra en un extremo de la hilera, la taberna, el Café Mimosa Fish, la tienda de ropa de segunda mano, el salón de atracciones, la Misión de los Marineros, la exposición de figuras de cera, el cobertizo del bote salvavidas. Dibujó por encima más tejados y la torre de la iglesia.
En ese momento, advirtió que en la estrecha casa que parecía metida con cuña entre la casa grande y la taberna se abría una puerta y salía una mujer con un pañuelo negro sobre la cabeza y una jarra blanca en la mano. La mujer se dirigió rápidamente hacia la casa contigua, la del médico, con la cabeza inclinada sobre la jarra. La había visto con frecuencia salir a la hora del té con una jarra blanca; a otras horas del día, tomaba la dirección contraria, la de la taberna, con una jarra rosa. "



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