El buque fantasma (fragmento)Andrés Trapiello
El buque fantasma (fragmento)

"Al poco de conocernos, Gaztelu me preguntó si quería hacer teatro con su grupo. Le dije que no. Nunca llegó a aceptar algo tan sencillo. Se quedó estupefacto. Era incapaz de comprender que alguien pudiera decirle no a él y al teatro el mismo día. Por ese orden.
Desde entonces Gaztelu y yo nos mirábamos de una manera reservada. Yo le estudiaba, le observaba desde mi perspectiva y él, desde la suya, me ignoraba olímpicamente.
La primera función que yo vi de su grupo no me acuerdo cuál fue. La segunda era una pieza corta de un empleado de Correos, partidario del surrealismo, según se decía en un programa de mano. Se trataba de una obra absurda donde los personajes decían cosas como «las delicuescencias carnavales del crepúsculo» o «el simulacro feroz de las angulas».
Uno de los días más felices de su vida, antes de caer en desgracia tras la delación, fue cuando el Ministerio de Información envió a un simpático y bien dispuesto delegado-censor para el pase preceptivo anterior al estreno. El censor, un cabroncete inofensivo, vio la función con una sonrisita tan conspicua y recortada como su fino bigote. Cuando se fue, estampando su aprobación en un papel timbrado, Gaztelu exclamó lleno de júbilo: «No se ha enterado de nada.» Tampoco el público se enteró de nada la tarde del estreno. Que el censor no hubiera comprendido su obra, Gaztelu lo encontraba perfectamente lógico. El que no la comprendiera el público lo achacaba a las condiciones objetivas, poco favorables todavía para un arte revolucionario. Se trataba de El gran teatro del mundo. Gaztelu lo subtituló «una lectura dialéctica de la historia y el poder», pero lo anunció como «un clásico de hoy». Dijo: «Es una adaptación.» El rey aparecía vestido con una casulla, mallas de ciclista y un orinal en la cabeza, mientras el mendigo traía colgado, a modo de tizona, el hueso mondo de un jamón, y por zapatos unos de señora de tacón alto. Que el censor no le hubiera quitado lo de la casulla a Gaztelu le parecía ya el colmo de la ineptitud, porque, como les sucedía a muchos entonces, a fuerza de ser censurado había llegado a adoptar, comprender y prever los puntos de vista del censor, como si pensara para sus adentros: «Si fuera yo el censor, vaya si sabría qué es lo que habría o no que censurar.»
A Gaztelu le detuvieron dos veces. Una después de aquella manifestación tras de la cual Lola y yo nos perdimos en un pinar.
Salió de esa primera detención más crecido que nunca, con una sonrisa de malabarista, sin que se le acusara de nada. Lo consideró un gran triunfo, algo así como haber pasado un control de calidad revolucionaria. Pero la sonrisa le duró poco, un año nada más. "



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